Como he comentado en entradas anteriores, no era inusual que durante las maniobras de entrada o salida por la barra de Portugalete realizadas por barcos de todo tipo, estos colisionaran entre ellos, produciéndose daños importantes o la pérdida total de algunas de las naves implicadas en estos incidentes.
En esta entrada acerco un suceso de estas características, la colisión entre varios barcos con fatales consecuencias, falleciendo pasajeros y miembros de la tripulación durante el incidente.
El jueves 19 de abril de 1883 el vapor de nacionalidad española de nombre “Magdalena Vicenta” y el vapor británico “Thames”, se encontraban en el Abra a la espera de que la marea fuese la propicia para poder atravesar la barra.
A una señal del Piloto Mayor en la que indicaba que el calado era el suficiente para atravesar esta zona de la ría, el “Magdalena Vicenta”, que no había fondeado y se encontraba bordeando la entrada, puso rumbo para tomar la recta de la ría colisionando contra el “Thames”, que si se encontraba fondeado y que en ese momento realizaba la maniobra de levar anclas.
Ha consecuencia de la colisión, el “Magdalena Vicenta” sufre una importante vía de agua tras ser envestido por el “Thames”, hundiéndose de manera irremediable y ahogándose varios miembros de su tripulación, entre los mismos el capitán, además de varios pasajeros que navegaban en el mismo.
El “Thames” sufrió la perdida de cuatro tripulantes, marinos que se encontraban en esos momentos a bordo de una lancha que habían arrojado a la mar con la intención de evacuar la nave.
El “Magdalena Vicenta” trasladaba en sus bodegas carbón que había cargado en el puerto de Gijón.
Como en todas las ocasiones en las producían estos sucesos, varias lanchas a remo salen de Portugalete y Santurce al rescate de los supervivientes.
La Sociedad Española de Salvamento de Náufragos otorgó a los marineros de la junta de Portugalete dos medallas de plata y dos de bronce por el salvamento de cinco marineros y dos tripulantes del “Magdalena Vicenta” mientras a la junta de Santurce, que también participó en este auxilio y salvaron a cuatro tripulantes de este vapor, se les concedió una medalla de bronce.
El primer bocal de la Junta local de Portugalete de la Sociedad de Salvamento de Náufragos, Julián de Salazar, manifiesta en un informe remitido el 20 de abril de 1883 (un día más tarde de producirse este siniestro) a la sede central en Madrid, las vicisitudes sufridas durante este naufragio. En el mismo se indica:
“Excmo. Sr.: Horrorosos son en verdad los detalles del naufragio ocurrido ayer mañana en esta barra, y del cual voy a comunicar a V. E. los principales.
Hallábanse en el abra, esperando la entrada, diez o doce vapores con viento fuerte del N.O. y mar agitada del mismo. A cosa de las once y media largó el piloto mayor la señal de entrada para un barco de vela pequeño que forzado venía a la barra, y cuya señal trataron de aprovechar dos vaporcitos españoles, dirigiéndose también hacia adentro en compañía del patache referido. Mas uno de ellos, el “Magdalena Vicenta”, hubo de cruzar para tomar la barra desde el N.E., a cuya parte del canal se hallaba hacia el S.O.; pero al estar próximo al vapor inglés “Thames”, principió éste a hacer ciaboga con foque y máquina, y según aparece de las declaraciones de los tripulantes salvados del “Magdalena Vicenta”, les dio el inglés con su proa un fuerte choque en el costado de estribor, abriéndoles el ancho boquete que produjo la sumersión instantánea del vapor, en el mismo canal de la barra y en medio de las fuertes mares que reventaban, haciendo así que este naufragio, por lo rápido é imprevisto que fue, sea uno de los más dolorosos que aquí se cuentan en estos veinte años.
Apenas notamos los extraños movimientos que precedieron a la desaparición del vapor náufrago, salieron por orden nuestra, y de común acuerdo con el señor Ayudante de marina, tres lanchas tripuladas y remolcadores Sansón y San Nicolás, que afortunadamente se hallaban listos.
Todos hicieron cuanto les fue posible por salvar a los náufragos que, excepto dos de ellos, a quienes se veía abrazados a uno de los palos, flotaban ya en el mar nadando o agarrados a pequeños trozos de madera de los que fueron desprendidos por la mar.
A las lanchas les era materialmente imposible llegar a donde los náufragos estaban, porque los fuertes golpes de mar lo impedían completamente; así es que quienes únicamente podían intentarlo, eran los remolcadores, como al efecto lo hicieron, especialmente el Sansón, quien llegando a tocar con su proa el palo del vapor sumergido, arrojó un cabo a los dos marineros que en él se hallaban.
Empero éstos, que no sabían nadar, no se atrevieron a lanzarse al mar aun después de bien amarrados, y hubieran perecido allí sin duda ninguna, si el capitán del remolcador, decidido ya a salvarlos a todo riesgo, no se hubiese aguantado, como lo hizo, por más de tres cuartos de hora maniobrando poco a poco con su máquina, y recibiendo por la proa fuertes golpes de mar, que causaron al Sansón algunas pequeñas averías. Una de esas mares, gruesas y elevadas como las que revientan en esta barra en los grandes temporales, derribó el palo que sostenía a los dos náufragos, y entonces la gente del Sansón, halando con rapidez del cabo a que estaban amarrados, los recogió a su bordo depositándolos en este muelle de donde, por orden mía, fueron conducidos inmediatamente al Santo Hospital situado en esta playa. Allí se hallaba ya nuestro médico titular en compañía de otros dos o tres colegas y tres sacerdotes que, caritativos como siempre, vinieron al muelle desde los primeros momentos de la catástrofe.
Uno de esos marineros sigue en satisfactorio estado de salud. pero el otro llegó ya en tan mal estado, que, a pesar de los auxilios de la ciencia, falleció poco tiempo después. Igual desgraciada suerte cupo a una preciosa niña, de unos dos años de edad, que fue recogida cuando venía flotando impulsada por la corriente, desprendida sin duda, en el lastimoso trance, de los brazos de su madre, cuyo cadáver aún no ha aparecido. Otros cuatro de los tripulantes, más previsores o más afortunados que sus compañeros, arriaron así que tuvo lugar el choque, un bote que venían destrincando antes de meterse en las rompientes de la barra, y en él se aguantaron no sin gran riesgo de perecer, hasta que una lancha que al verlo salió de Santurce, los recogió y los condujo al puerto sanos y salvos. Los otros tres náufragos, entre los cuales el capitán, llegaron, aunque en lastimoso estado, a coger los pilotes de la extremidad del muelle de hierro en prolongación; pero desgraciadamente desde que este muelle fue dividido en dos trozos por el choque de un vapor, sigue su extremidad aislada y a bastante distancia del resto del muelle; y como la escollera de piedra que le orillea y la mar que con fuerza reventaba sobre ella, no permitía ayer atracar a ninguna embarcación, aquellos tres infelices hubieron de quedar largo tiempo a merced de sus fuerzas.
El capitán y uno de los fogoneros que a él se hallaban asidos, sucumbieron muy pronto, pues sin duda faltos de sentido por los golpes recibidos, no tuvieron ánimo ni aun para recoger un cabo que lanzado desde el remolcador San Nicolás, cayó en sus mismos pies; así es que al poco rato tuvimos el dolor de verlos flotar cadáveres, arrastrados de los pilotes por una gruesa oleada. El otro fogonero, padre del anterior, pudo escalar el pilote y contestar afirmativamente a las voces que le dirigimos sobre si podría resistir allí algún tiempo; así es que, en la primera oportunidad, o sea aprovechando la primera aletia, pudo llegar a él una lancha que de antemano teníamos bien tripulada y trajo salvo al infeliz náufrago, quien recibió y sigue recibiendo, igual que los cinco restantes, todos los auxilios que han necesitado y necesitan.
El vapor inglés “Thames” arrió un bote, se cree que con dos marineros, a fin de socorrer a los tripulantes del “Magdalena Vicenta”, pero la mar gruesa, como he dicho, lo volcó en seguida. Uno de estos marineros, a quien vimos refugiarse sobre los restos del “Lama Gillies”, fue en seguida arrebatado por un fuerte golpe de mar, y le vimos perecer sin que nos fuese posible hacer nada en su ayuda. El otro a quien con fundamento creemos ahogado, no ha aparecido.
Tal es, Excmo. Sr. el relato verídico de la dolorosa escena que ayer presenciamos, y que aún nos tiene hondamente emocionados. Voy a concluir, por tanto, mas no sin antes hacer presente a V. E. que creo dignos de las alabanzas de la Sociedad de Salvamento todos cuantos contribuyeron a la salvación de los seis individuos que hemos podido librar en la horrorosa catástrofe.
Pero cumpliendo un deber de conciencia, y comprendiendo que siempre y especialmente mientras no dispongamos de todos los medios de salvamento conocidos como se necesitarían en un puerto que cual en este se repiten los naufragios en circunstancias completamente diversas y variadas, es muy necesaria la emulación y la recompensa a los que con rapidez y con intrépido corazón acuden en unos y otros casos, con energía y con fe, á coadyuvar al salvamento de los náufragos; en la presente ocasión debo recomendar y recomiendo a V. E. la conducta arrojada y la destreza en sus maniobras del capitán Sr. Furaria y tripulantes del remolcador Sansón, así como la buena voluntad y los servicios del Sr. Urizar, capitán del San Nicolás, y de los tripulantes de la lancha patroneada por José Urcullo, si bien a estos últimos ofrecí gratificarlos en dinero, como va a hacerse hoy.
Por último, tengo una gran satisfacción en poder decir a V. E. que también es digno de ser recomendado el desinteresado y eficaz comportamiento de los individuos de esta Junta que, cual, en otras ocasiones, han secundado perfectamente con actividad e inteligencia las disposiciones que se tomaron que, cual me correspondía en la ocasión presente, dirigía yo, de acuerdo siempre con el señor Ayudante de marina, que estuvo tan solícito y tan a la altura del caso como el accidente lo requería.
Es cuanto tengo el honor y el sentimiento de comunicar a V. E.
Dios guarde á V. E. muchos años.
Portugalete 20 de Abril de 1883,
Excmo. Sr. Por ausencia del Presidente, el primer Vocal en sus funciones, Julián de Salazar.
Excmo. Sr. Presidente de la Sociedad Española de Salvamento de náufragos.”
La Comisión ejecutiva estatal concedió la Medalla de plata al capitán del remolcador “Sansón”, y la de bronce al del “San Nicolas”, además de enviar misivas de agradecimiento a los marineros que participaron en el salvamento.
La junta local de la Sociedad de Salvamento de Náufragos de Santurce remite así mismo un informe a la sede central en Madrid dando cuenta de su participación en este naufragio, informe firmado por G. de la Quintana y Murrieta.
La sociedad otorga la Medalla de bronce al práctico Manuel Goyarzu, y a éste y a los marineros del bote salvavidas diversas cantidades en metálico.
Siempre que sucedía un naufragio, el capitán del barco siniestrado efectuaba en horas posteriores lo que se conocía como “Protesta de Mar” ante el notario del puerto donde se había producido el suceso. En este documento se recogía de manera literal la versión del responsable del buque en el que se daba cuenta de las incidencias que habían sucedido dando como resultado la pérdida del barco y su carga, si la hubiera.
En este caso concreto el capitán había fallecido, realizando este trámite oficial el contramaestre, un marinero y el maquinista, como se cita de manera literal en este documento:
“Ante el notario, comparecieron los Sres. D. Manuel de Urrutia y Artaza, D. Sebastián Esteibar y Otegui y D. José Ramón Brion y García, mayores de edad, los dos primeros de estado casado y el tercero soltero, vecinos de la anteiglesia de Barrica, el segundo de Zumaya y el tercero de Santa Eugenia de Reveira, provincia de La Coruña, de residencia eventualmente en esta Villa, y respectivamente contramaestre, marinero y maquinista del vapor naufrago español nombrado “Magdalena Vicenta”, de la matrícula de Bilbao, los que no exhiben sus cedulas personales por haberlas perdido en el naufragio que luego se dirá, salvando sus personas milagrosamente, sin más; los que manifiestan hallarse en el pleno uso de sus derechos civiles con la capacidad y aptitud legal para otorgar esta escritura de protesta de mar; lo que parece a juicio de mí el Notario, de lo cual, su conocimiento, estado, vecindad y demás circunstancias doy fe; y prometiendo estos señores hacerse a la brevedad que les sea posible de nuevas cedulas personales según se les ha prevenido por mí el Notario, dijeron: Que hallándose como tales, contramaestre, marinero y maquinista, desempeñando tales plazas a bordo del expresado vapor “Magdalena Vicenta”, al mando de su capitán D. José de Garatea, estando anclados con tal vapor en el fondeadero de Castro Urdiales, ayer a las siete de la mañana levaron anclas dirigiéndose al abra de este puerto sin que en la travesía tuvieran novedad alguna. Que al acometer a la barra, a cosa de las once u once y media de la mañana de dicho día de ayer, después de haber atravesado por ella y delante de ellos los vapores españoles nombrados “Vizcaino Montañés” y “Sofia” y un patache, y con rumbo al canal, obedeciendo a las señas del Sr. Piloto Mayor de la barra, les envistió el vapor ingles nombrado “Thames” que navegaba atravesado hacia el vapor dicho “Magdalena Vicenta” chocando fuertemente por el costado de estribor, dándole el golpe con la misma proa del vapor inglés, destrozándole todo el costado de estribor al “Magdalena Vicenta”: que instantáneamente, por consecuencia y hecho de tal choque, se sumergió, yendo a pique sin dar tiempo para poder saltar a las lanchas o botes que tenían, lo que efectuaron por casualidad y providencialmente los que exponen con un pasajero del “Magdalena Vicenta”, que venía en un bote, que al choque cayó al agua de dónde venía trincado, pudiendo entre rompientes salirse hacia afuera, recogiéndoles una lancha de la matrícula de Santurce, en donde desembarcaron, pereciendo en el naufragio el desgraciado su capitán D. José de Garatea, el cocinero Juan, cuyo apellido ignoran, el muchacho y una pasajera con su hija, que venían a bordo que además de los exponentes y el citado pasajero, se salvaron el fogonero y otro marinero del tal vapor “Magdalena Vicenta” que se hallan en el hospital de esta Villa, maltratados de los golpes que recibieron en tal naufragio, el que al tiempo de venir echaron un bote al agua los del vapor inglés con algunos tripulantes, sin que los exponentes sepan el número y que han oído decir que también se ahogaron o desgraciaron. Que la causa y culpabilidad del naufragio ocurrido al vapor dicho “Magdalena Vicenta”, desgracias personales y pérdida total del mismo, la consideran exclusivamente de la responsabilidad del vapor inglés indicado “Thames” por su mala maniobra, embistiendo al vapor “Magdalena Vicenta” que con las precauciones debidas pudo haberlo evitado; por lo que a falta del desgraciado capitán y como contramaestre que fue de aquel buque el D. Manuel de Urrutia y Artaza, protesta una y más veces y cuantas sean necesarias contra el vapor inglés dicho “Thames”, como tal causante de tantas desgracias, daños y perjuicios para que queden a salvo los derechos y reclamaciones que haya lugar a quien corresponda.
Que, hecha la anterior verídica relación, se afirman y ratifican en ella, después de enterados de su exacto contenido. Así lo dicen, otorgan y firman siendo testigos D. Juan de Rotaeche, vecino del concejo próximo de Santurce y D. Miguel de Acha, domiciliado en esta Villa, que manifiestan no tener excepción legal para poder serlo; y leída que les fue esta escritura por renunciar al derecho que la ley les concede a hacerlo por sí, la aprueban los otorgantes, de lo cual y del exacto contenido de la misma, doy fe, signo, firmo y rubrico”.
A nivel informativo hay que indicar que al hecho de que un buque le embista a otro de proa y le eche a pique, pasándole literalmente por encimo, se denomina en términos marineros “Pasar por ojo”.
Tiempo después de este incidente, las distintas partes implicadas participan en un juicio donde se dirimen las responsabilidades de este hundimiento. En el proceso es declarado culpable el vapor inglés “Thames”, capitaneado por el marino escoces Hugh Cameron Campbell, natural de Aberdeen.
Al mismo se le acusa de infringir las reglas de policía del puerto de Bilbao, y se le culpabiliza de la pérdida total del vapor “Magdalena Vicenta”, y del ahogamiento de cinco personas.
En varias ocasiones ( hasta tres)se publicita en la Gaceta de Madrid el requerimiento firmado por D. Enrique Enrile y de la Mata, Teniente de Navío de la Armada, Ayudante de la Comandancia Militar de Marina de la provincia de Bilbao, y Fiscal nombrado por el Mayor General del Departamento de Marina de Ferrol, la citación “al expresado Hugh Cameron Campbell para que en el término de veinte días comparezca a responder de los cargos que en el ya referido proceso aparecen contra él; pues de no verificarlo se seguirá la causa en rebeldía y será sentenciada en Consejo de guerra”.
El último de los requerimientos se produce el 23 de enero de 1888.
La relevancia de este proceso queda acreditada en el trabajo del abogado Ramón de Madariaga titulado “Cuestiones de Derecho Marítimo” publicado en Madrid en 1899. El autor da cuenta de algunas circunstancias relacionadas con dicho proceso que sirven para el conocimiento de algunas circunstancias relacionadas con el derecho marítimo.
El “Magdalena Vicenta” se trataba de un vapor con casco de hierro, construido en 1874 en la localidad británica de South Shields por J. Softley & Cia.
Tenía una eslora de 33,24 metros, una manga de 5,82 y un puntal de 2,97 metros. Movía un peso de 158 toneladas siendo su armador Román de Anduiza hasta su fallecimiento, pasando posteriormente a ser propiedad de su viuda.
De la lectura de este texto se desprende que la incidencia de los naufragios era de tal envergadura que las obras de la realización del Muelle de Hierro se encontraban con grandes desperfectos, encontrándose partido el indicado muelle en dos partes tras la colisión de un barco tiempo antes de producirse este incidente. Así mismo, como los restos de naufragios anteriores sirvieron accidentalmente para el refugio de algún superviviente durante los momentos de rescate.
El capitán fallecido del “Magdalena Vicenta”, José Garatea Bengoechea, había sufrido años antes (1875) un abordamiento cuando se encontraba al mando del patache “Ramón y Matea” por parte del vapor “Primero de Mayo”, en el mismo lugar donde años después perdería la vida.
En el momento de la colisión el “Ramón y Matea” transportaba carga de mineral de hierro con destino al puerto de Bayona. Posteriormente a este incidente, Garatea mandó durante un tiempo el vapor “Guriezo”.
A.P.T.
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