Uno de los pocos batallones dependientes del Gobierno Vasco que de una manera continua estuvo acantonado en Portugalete fue el Cuerpo Disciplinario de Euzkadi, unidad compuesta por miembros de distintos cuerpos, no necesariamente destinados al mismo como castigo y que estaba mandado por su Comandante Amos Ruiz Girón.
Sobre esta unidad militar existe un completo trabajo realizado por Guillermo Tabernilla y Julen Lezamiz miembros de la Asociación Sancho de Beurko, institución que se encarga del estudio de la guerra civil así como la colaboración e investigación en diferentes campos relacionados con la citada contienda.
Junto a estas líneas inserto la dirección de la página de esta asociación recomendando la adquisición de este trabajo ya que es, bajo mi punto de vista, lo mas completo y elaborado hasta el momento de este periodo, escrito de manera imparcial, documentada y rigurosa, tras la consulta de todas las fuentes archivísticas del momento que recogen en sus fondos documentos de la época. Un documentado trabajo en que se han invertido varios años de estudio y viajes, logrando obtener una gran fuente de imágenes realizadas a la citada formación durante su estancia en Portugalete.
Junto a estas líneas, reproduzco una entrevista realizada a uno de los autores, en el que el mismo cuenta diferentes espacios de su trabajo así como vivencias y detalles del Cuerpo Disciplinario y de sus miembros y vicisitudes.
Para acompañar esta entrada inserto una muestra de estas fotografías cedidas por los citados autores a los que desde aquí quiero agradecer su desinteresada colaboración. En ellas se pueden observan las entradas de los cuarteles jarrilleros, presos custodiados por estos militares y otras mas que creo serán del agrado de los que de manera habitual visitan este blog.
Espero que las mismas gusten y hasta la próxima.
Cuando preparábamos en la Asociación Sancho de Beurko la que fue nuestra primera monografía titulada “Saibigain, el monte de la sangre” tuvimos la inmensa fortuna de entrevistar al que fue comandante del Cuerpo Disciplinario de Euzkadi durante la pasada Guerra Civil Española, el antiguo jefe de la policía municipal eibarresa Amós Ruiz Girón. En aquella residencia de Tolosa (Gipuzkoa) donde, frisando los 98 años, vivía rodeado de sus recuerdos y papeles, encontramos a un hombre que nos refería datos absolutamente desconocidos sobre aquella contienda en tierras vascas, aunque, como nuestro objetivo eran los hechos acaecidos en el monte Saibigain, no prestamos demasiado atención a todo lo que se salía de aquel contexto, y bien que lo lamentamos, pues nuestro interlocutor, que falleció poco después, se llevó a la tumba una información valiosísima que ahora se nos antoja irrecuperable.
De su biografía sabemos muchos datos, que vino a Donostia desde su pueblo de Osa de la Vega (Cuenca), tras su paso por la campaña africana. Eran los años 20 del pasado siglo y nuestro hombre, que había pasado también por la Escuela de Policía Española, ganó plaza de funcionario de la guardia urbana del ayuntamiento donostiarra. Aficionado a la caza y a la montaña, alto y espigado, ambicioso y locuaz, con notorio afán de protagonismo cual personaje quijotesco, Amós Ruiz Girón obtuvo por oposición la plaza de jefe de la policía municipal de Eibar (Gipuzkoa). Allí confirmó su militancia socialista y a la UGT e hizo amistad con Juan de los Toyos, que luego sería consejero del gabinete del Lendakari José Antonio Aguirre.
Llegada la sublevación militar del 18 de julio de 1936, nuestro hombre se puso al frente de la legalidad republicana en la villa armera y, después, combatió en Gipuzkoa, siempre bajo las órdenes de la influyente junta de defensa de Eibar (había otras dos en la provincia). Sin duda fue por aquellas fechas donde conoció a un peluquero anarquista, llamado Elíseo Pancorbo, líder, ya en la Donostia de preguerra, de un grupo de jóvenes libertarios que realizaban todo tipo de acciones contra el sistema. Su fuerte carácter –no exento de ciertas dosis de teatralidad, como diría su compañero Manuel Chiapuso– le iba a granjear en pocos meses la confianza de Amós Ruiz, cuya simpatía con los anarquistas era de naturaleza mucho más profunda, pues se iba a rodear de ellos para constituir el embrión del batallón disciplinario: Valentín Lacurain, Antxon Vivar, Eduardo Liquiniano y, sobre todo, José Del Valle. Este joven, de ascendencia portuguesa, líder de las Juventudes Libertarias a quien la sublevación sorprendió en Pamplona haciendo el servicio militar, salió al frente con las primeras columnas navarras y, tras aprovechar un descuido de sus mandos, se presentó ante sus camaradas en Donostia con armamento y equipo de campaña. Corpulento y de baja estatura –se le conocía con el apodo de “Chiquilín”–, pronto se ganó el aprecio de Ruiz Girón, que le nombró capitán y le puso a cargo del Disciplinario mientras se reponía de las heridas sufridas en el frente de Elgeta en octubre de 1936.
El Disciplinario, que empezó como simple batallón de castigo y llegaría a ser un cuerpo de más de 1000 hombres, era como un crisol donde se fundieron, de modo más que forzado, todas las tendencias políticas vascas y reflejó, mejor que cualquier otra unidad del Ejército de Euzkadi, la realidad de su difícil maridaje. En este libro se asiste al nacimiento de esta gran unidad desde un lejano noviembre de 1936, en el que Joseba Rezola, haciéndose eco de la gran preocupación de los nacionalistas vascos por el Orden Público, encargó a Amós Ruiz la organización de un batallón de castigo específicamente vasco. Poco a poco esa idea fue cobrando forma y enseguida, gracias a su flexibilidad, se convirtió en un auténtico cajón de sastre donde todos los “desgraciados” cabían: delincuentes comunes, presos derechistas, prisioneros de guerra y milicianos y gudaris arrestados.
Oficialidad del Disciplinario en las escalinatas del palacio Carranza, Portugalete 1937.
Al principio, cando no estaba previsto que entrara en combate por el riesgo real de fuga de los presos, el batallón, en contra de los deseos de sus comandante, fue una unidad de trabajos forzados destinada en Ubidea (Bizkaia), sobre todo mientras el frente estuvo estabilizado, pero a raíz de la ofensiva de las tropas del general Mola sobre Bizkaia (31-3-1937) hubo que echar mano del Disciplinario como fuerza de combate y se convirtió precisamente en eso, batiéndose en Gorbea, Barazar, frente de Ermua-Zaldibar, Durango, Sollube y Jata. Pronto cambió esta situación y la fuga de presos a la menor oportunidad era una constante que el mando intentó atajar retirando a los hombres de Amós Ruiz de la línea de fuego y haciendo que regresara de nuevo a su cometido inicial. A finales de mayo de 1937 el Disciplinario era uno de tantos batallones de trabajadores completados a costa de incorporar a la población reclusa de Bizkaia y ya nunca volvería a combatir.
Aquellos tristes días de guerra forjaron el espíritu de una joven tolosarra llamada Cecilia García Guilarte. Siendo periodista del periódico CNT Norte, no le fue difícil entrar en el cuartel del Disciplinario, donde inició una relación con Amós Ruiz que acabaría en boda y duraría muchos años. Compartiendo con los disciplinarios su tiempo en los frentes de combate, su fina pluma, que reflejaba una exquisita sensibilidad, nos dejó un buen número de artículos de prensa que sirvieron, en gran medida, para completar este libro.
Gracias a la ayuda de Rafael Domecq Pascual, un adolescente donostiarra que se alistó en el Disciplinario con apenas 16 años, se han podido recuperar facetas interesantísimas de la vida habitual de los hombres de Ruiz Girón en sus acuartelamientos de Portugalete. Su aportación ha sido fundamental para reconstruir los combates de Barazar, Saibigain y la entrega de presos por parte de los disciplinarios a milicias nacionalistas vascas en Las Arenas (Bizkaia), cruzando el famoso puente colgante; este último es un suceso absolutamente desconocido hasta la fecha que arroja luz sobre los antecedentes del famoso “Pacto de Santoña” en las vísperas de la caída de Bilbao en poder de las fuerzas franquistas –lo que se ha dado en llamar “Pacto de Bilbao”–. Precisamente, el interés del Partido Nacionalista Vasco en controlar una unidad plagada de izquierdistas le había llevado a introducir en el Cuerpo a oficiales de confianza del partido. Esto provocó fricciones muy serias entre los oficiales del Disciplinario que se manifestaron con toda su crudeza en Las Arenas durante la entrega de presos y, más tarde, cuando la unidad se vio obligada a trasladarse a Santander en vísperas de los sucesos de Santoña.
La caída de Bilbao obligó a los disciplinarios a abandonar Portugalete para dirigirse a Las Encartaciones, atravesando los pueblos de Galdames, Sopuerta y Arcentales. Estamos a finales de junio de 1937; de Arcentales la unidad se trasladó a Carranza y de allí a la localidad montañesa de Arredondo.
Justo cuando las tropas franquistas de Dávila, general que sustituyó a Mola en el mando, rompieron en dos la provincia de Santander. Los hombres de Ruiz Girón evacuaron hacia Asturias, aunque una mayoría, entre ellos los de filiación nacionalista se quedaron allí, donde fueron hechos prisioneros. De algunos, como Del Valle, nada se sabe; de otros, en cambio, se ha podido hacer un recorrido biográfico gracias a la ayuda de familiares y colaboradores.
En Asturias, el Disciplinario se estableció, primeramente, en Ribadesella y luego en la pequeña localidad de Sebreño; después a Lastres y luego a Villaviciosa. Era el final del frente Norte, con la desbandada de octubre de 1937, y algunos, entre ellos el comandante y unos pocos oficiales, embarcaron en Candás y otros, como Pancorbo, en Avilés, donde este último fue hecho prisionero y apenas 3 meses después fusilado.
El libro termina con un índice onomástico, una selección de cerca de 65 imágenes, la mayor parte inéditas y una relación de fuentes y bibliografía.
1 comentario:
Una perdida irreparable, cuando no se pudo entrevistar en profundidad a Amos Ruiz Giron. Cada uno, sin duda, de los cada vez mas escasos veteranos supervivientes de la Guerra es un tesoro viviente. !!Salud!!
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