El periódico el Correo publicaba en su edición del pasado Domingo una entrevista con la portugaluja Arrate del Amo, residente desde hace dos años en la ciudad holandesa de La Haya. Resulta interesante tener conocimiento de la presencia de nacidos en Portugalete en otras épocas, el proceso migratorio o las condiciones de vida por las que pasaron en sus países de acogida, pero también me parece de gran interés recoger las vicisitudes de los jarrilleros del momento que se encuentran en otros países recopilando lo que se publique de ellos para formar parte de un futuro trabajo sobre la migración en nuestros días.
En esta entrada recojo la entrevista completa realizada por el diario a Arrate así como el enlace por si alguna persona quiere apreciarlo en su formato original, en posteriores entradas acercare otras entrevistas que tengo guardadas a otros portugalujos .
Finalmente si alguna persona lee este blog y tiene conocimiento de la presencia de jarrilleros por diferentes países del mundo mundial, espero que me lo comuniquen para ir insertando sus vivencias en este blog.
Son las seis de la tarde y Arrate del Amo ya está en casa tras la jornada laboral. De su trabajo le separan apenas seis kilómetros que recorre en tren o «en bicicleta, si hace buen tiempo». Cuando vuelve al apartamento de alquiler que comparte con su novio, no puede entretenerse curioseando en las tiendas. ¿La razón? A esa hora la mayoría ya han bajado la persiana. Es lo que tiene vivir en La Haya, una ciudad no apta para noctámbulos. «Cuando mis amigos y familia me visitan, les sorprende que no haya vida nocturna. Y es que aquí todo se hace de día», admite esta portugaluja de 28 años, que hace dos se lió la manta a la cabeza y cogió un billete rumbo a Holanda sin fecha de regreso. Una aventura en la que se embarcó «por amor y trabajo», como ella misma relata desde el país de los tulipanes.
Uno de los motivos del viaje fue «el hastío» por no encontrar un empleo a su medida. Y es que al terminar Educación Social se pasó un tiempo alternando trabajos en pizzerías y de encuestadora. «Sólo para salir del bache», explica. También formó parte de la plantilla de la ONG Médicos del Mundo, pero siempre en puestos temporales.
Así, «cansada» de no dar con la oportunidad que buscaba, decidió registrarse en una página de voluntariado en Perú. Esta aventura tampoco aclaró su futuro laboral, pero sí el amoroso. «Al final, yo no fui al viaje, pero durante el proceso de selección había conocido en esa web a un chico holandés, que sí se marchó de cooperante, y con el que después mantuve el contacto. Y hace tres años vino con un amigo de interraíl a Euskadi...», rememora.
Trabajo como 'au pair'
Ahí comenzó su noviazgo, que durante meses vivieron en la distancia, hasta que un buen día Del Amo se atrevió a dar el paso decisivo. «Yo tenía la idea de irme a vivir al extranjero, de modo que me puse en contacto con una familia holandesa para trabajar como 'au pair' -para cuidar a sus hijos- de forma temporal», relata.
El viaje a Holanda fue toda una aventura. Doce horas en tren que le permitieron reflexionar sobre su nueva vida. «Iba muy nerviosa. Recuerdo que no paraba de temblar y de llamar a mi madre y mi novio para que me tranquilizaran», rememora. Una vez allí, la acogida por parte de la familia fue «muy buena», pero le costó adaptarse porque residían en una granja a tres kilómetros del pueblo más cercano, junto a la frontera alemana. Al menos, sólo tuvo que aguantar poco más de un mes porque cuando regresó la niñera 'oficial' tuvo que buscarse un nuevo destino.
Y el cambio le vino de perlas. Dejó un pueblo por toda una ciudad con palacios, avenidas y embajadas: La Haya. Además, contó con el apoyo incondicional de su novio Daniel, con quien se fue a vivir de alquiler. Fue una ayuda necesaria, ya que sin saber holandés le costó encontrar trabajo. «Llegué a estar desesperada y estuve a punto de volver a casa. Menos mal que un grupo de españoles, a los que conocí en un foro, me echaron una mano», agradece.
Con ese asesoramiento, rápidamente le salió su primer empleo, en el que ofrecía soporte técnico por teléfono. «Fue una primera vía para ir tirando», asegura. Y al poco tiempo, encontró su actual trabajo. «Soy administrativa de ventas en una empresa química (DSM), en la que me siento cómoda y cobro un buen salario», confiesa.
Respetar el carril-bici
Una estabilidad que le ha permitido sentirse a gusto en Holanda, a pesar de ciertas costumbres que aún le sorprenden. «Lo que más me choca es que aquí hay que pedir cita para todo. Incluso para quedar con los amigos tienes que consultar la agenda. ¡Y eso puede ser dentro de un mes!», explica desconcertada. Otra 'pelea' aún por dilucidar es el respeto a los carriles-bici. «Siempre acabo con discusiones», admite. Y es que pocos holandeses cogen el coche o incluso el transporte público por la alta conciencia medioambiental que tienen. «Los propios ministros acuden a su puesto en bici con el traje y el maletín. Algo que extraña mucho porque te los imaginas en un Audi».
El alma ecologista de la población no es lo único que le ha encandilado de Holanda. Su verde, los canales y la estética no se quedan a la zaga. «Todas las fachadas de los edificios deben ser iguales y hay mucha limpieza». Pero sólo hay un motivo por el que permanecería en La Haya de por vida. «Me quedaría si tuviera hijos, porque me gusta cómo se les educa», reconoce. «Aprenden más idiomas y se desenvuelven mejor en la sociedad. Salen más preparados para la vida profesional», apostilla.
Con todo, su intención es adquirir experiencia profesional y regresar junto a su novio al País Vasco. «Aunque tampoco descarto irme a otro país, pero la oferta debe ser muy buena porque el primer año es muy duro. Estás en vilo porque empiezas de cero», advierte.
En esta entrada recojo la entrevista completa realizada por el diario a Arrate así como el enlace por si alguna persona quiere apreciarlo en su formato original, en posteriores entradas acercare otras entrevistas que tengo guardadas a otros portugalujos .
Finalmente si alguna persona lee este blog y tiene conocimiento de la presencia de jarrilleros por diferentes países del mundo mundial, espero que me lo comuniquen para ir insertando sus vivencias en este blog.
Son las seis de la tarde y Arrate del Amo ya está en casa tras la jornada laboral. De su trabajo le separan apenas seis kilómetros que recorre en tren o «en bicicleta, si hace buen tiempo». Cuando vuelve al apartamento de alquiler que comparte con su novio, no puede entretenerse curioseando en las tiendas. ¿La razón? A esa hora la mayoría ya han bajado la persiana. Es lo que tiene vivir en La Haya, una ciudad no apta para noctámbulos. «Cuando mis amigos y familia me visitan, les sorprende que no haya vida nocturna. Y es que aquí todo se hace de día», admite esta portugaluja de 28 años, que hace dos se lió la manta a la cabeza y cogió un billete rumbo a Holanda sin fecha de regreso. Una aventura en la que se embarcó «por amor y trabajo», como ella misma relata desde el país de los tulipanes.
Uno de los motivos del viaje fue «el hastío» por no encontrar un empleo a su medida. Y es que al terminar Educación Social se pasó un tiempo alternando trabajos en pizzerías y de encuestadora. «Sólo para salir del bache», explica. También formó parte de la plantilla de la ONG Médicos del Mundo, pero siempre en puestos temporales.
Así, «cansada» de no dar con la oportunidad que buscaba, decidió registrarse en una página de voluntariado en Perú. Esta aventura tampoco aclaró su futuro laboral, pero sí el amoroso. «Al final, yo no fui al viaje, pero durante el proceso de selección había conocido en esa web a un chico holandés, que sí se marchó de cooperante, y con el que después mantuve el contacto. Y hace tres años vino con un amigo de interraíl a Euskadi...», rememora.
Trabajo como 'au pair'
Ahí comenzó su noviazgo, que durante meses vivieron en la distancia, hasta que un buen día Del Amo se atrevió a dar el paso decisivo. «Yo tenía la idea de irme a vivir al extranjero, de modo que me puse en contacto con una familia holandesa para trabajar como 'au pair' -para cuidar a sus hijos- de forma temporal», relata.
El viaje a Holanda fue toda una aventura. Doce horas en tren que le permitieron reflexionar sobre su nueva vida. «Iba muy nerviosa. Recuerdo que no paraba de temblar y de llamar a mi madre y mi novio para que me tranquilizaran», rememora. Una vez allí, la acogida por parte de la familia fue «muy buena», pero le costó adaptarse porque residían en una granja a tres kilómetros del pueblo más cercano, junto a la frontera alemana. Al menos, sólo tuvo que aguantar poco más de un mes porque cuando regresó la niñera 'oficial' tuvo que buscarse un nuevo destino.
Y el cambio le vino de perlas. Dejó un pueblo por toda una ciudad con palacios, avenidas y embajadas: La Haya. Además, contó con el apoyo incondicional de su novio Daniel, con quien se fue a vivir de alquiler. Fue una ayuda necesaria, ya que sin saber holandés le costó encontrar trabajo. «Llegué a estar desesperada y estuve a punto de volver a casa. Menos mal que un grupo de españoles, a los que conocí en un foro, me echaron una mano», agradece.
Con ese asesoramiento, rápidamente le salió su primer empleo, en el que ofrecía soporte técnico por teléfono. «Fue una primera vía para ir tirando», asegura. Y al poco tiempo, encontró su actual trabajo. «Soy administrativa de ventas en una empresa química (DSM), en la que me siento cómoda y cobro un buen salario», confiesa.
Respetar el carril-bici
Una estabilidad que le ha permitido sentirse a gusto en Holanda, a pesar de ciertas costumbres que aún le sorprenden. «Lo que más me choca es que aquí hay que pedir cita para todo. Incluso para quedar con los amigos tienes que consultar la agenda. ¡Y eso puede ser dentro de un mes!», explica desconcertada. Otra 'pelea' aún por dilucidar es el respeto a los carriles-bici. «Siempre acabo con discusiones», admite. Y es que pocos holandeses cogen el coche o incluso el transporte público por la alta conciencia medioambiental que tienen. «Los propios ministros acuden a su puesto en bici con el traje y el maletín. Algo que extraña mucho porque te los imaginas en un Audi».
El alma ecologista de la población no es lo único que le ha encandilado de Holanda. Su verde, los canales y la estética no se quedan a la zaga. «Todas las fachadas de los edificios deben ser iguales y hay mucha limpieza». Pero sólo hay un motivo por el que permanecería en La Haya de por vida. «Me quedaría si tuviera hijos, porque me gusta cómo se les educa», reconoce. «Aprenden más idiomas y se desenvuelven mejor en la sociedad. Salen más preparados para la vida profesional», apostilla.
Con todo, su intención es adquirir experiencia profesional y regresar junto a su novio al País Vasco. «Aunque tampoco descarto irme a otro país, pero la oferta debe ser muy buena porque el primer año es muy duro. Estás en vilo porque empiezas de cero», advierte.
1 comentario:
Qué sorpresa. Gracias :)
Publicar un comentario