lunes, 15 de enero de 2024

EL NAUFRAGIO DE LA GOLETA GUADALUPE EN 1859.


Como es conocido, durante siglos existió a la entrada de la ría de Portugalete un obstáculo natural que dificultaba la navegación. Este obstáculo conocido como la “Barra de Portugalete” era representado en la cartografía náutica como un gran peligro para la navegación marítima del momento, desarrollándose alrededor del mismo una serie de oficios y actividades administrativas relacionados con la continua pérdida de embarcaciones al tratar de sortear este obstáculo natural.   

Desempolvando viejos documentos y apuntes, he localizado algunos datos relativos a uno de los innumerables naufragios que se produjeron en nuestras costas. Este en caso concreto, la pérdida de la goleta “Guadalupe” el 29 de octubre de 1859, la cual, a consecuencia del fuerte viento y la mala mar, acabo embarrancando en la playa de Las Arenas.

 

La goleta “Guadalupe” tenía una eslora de 82 pies, una manga de 21 pies y un puntal de 12 pies siendo construida para poder albergar 110 toneladas.

 

Construida en el astillero de Canala por Juan Antonio de Lachiondo, es entregada a sus propietarios, la compañía Ybarra y Mier por un lado y Andrés Palacios comerciante de Cádiz por otro, el 18 de agosto de 1843.

 

Los armadores pagan por el casco con su lancha 56.600 reales de vellón y otros 67.400 reales de vellón por su arboladura, jarcia, velamen, anclas y demás aparejos hasta dejarla lista para navegar.

 

El primer capitán de esta goleta fue José de Beobide marino natural de Elanchove.

 

Como he comentado con anterioridad, la goleta “Guadalupe” se pierde el 29 de octubre de 1859, encontrándose al mando de esta el Capitán Juan José de Lequerica.

 

Lequerica se encontraba al mando de la “Guadalupe” desde varios años atrás, navegando por distintos puertos de la península hasta puertos de Francia o Inglaterra.

 

Varios años antes, en mayo de 1856, esta misma goleta al mando del mismo Capitán, sufrió un percance similar pero no tan grave cuando volvía de un viaje comercial desde Londres.


Al día siguiente de la pérdida del barco, el notario de Portugalete José Benito de Zavalla toma declaración al Capitán  Juan José de Lequerica, recogiendo el siguiente testimonio: “En la Villa de Portugalete a 30 de octubre de 1859, ante mí, el escribano notario de los reinos, público de numero de ella y secretario del ayuntamiento de la misma, ahora que son las once de la mañana, se me presenta el que dijo llamarse D. Juan José de Lequerica y ser capitán de la goleta GUADALUPE y bajo de juramento espontáneo que hizo, dijo: que Salió de este puerto el viernes veinte y ocho del corriente mes para Palma de Mallorca con carga de harina y fierro: que continuó su viaje hasta el día siguiente: que a las diez a diez y media de la mañana, se hallaba a la altura de Santander a cuya hora, le acometió viento por el N.O  horroroso; que visto esto, puso el buque a la capa; que a la hora de las once a once y media, viendo que continuaba el viento, determinó, previa consulta de los tripulantes,  arribar a este puerto; que cuando venía para  la barra, vio las señales del piloto mayor de ella; que las señales que le hacía, eran para entrar al S.E; que entonces dijo al timonel que metiera la caña a estribor y este, con un esfuerzo que hizo al meter la caña sobre mar, le previno que no gobernaba la goleta; que entonces el barco, tomó la guiñada hacia  el S.O y visto esto, largó el foque para que arribara el barco al N.E, pero como el buque no tenía gobierno, no podía arribar con la prontitud que deseaba el relatante y empezó el barco a tocar en la playa de la parte  del O de la barra, pero como llevaba el barco mucha arrancada, iba saltando, hasta que salió a la canal: que cuando estaba en la canal, el piloto mayor le hizo señas para que se dirigiera al S.O: que el barco no podía dar la guiñada al S.O con la celeridad que  era preciso y entonces, empezó a varar  el barco hasta que quedó embarrancado del todo en la parte del E. y sus playas: que hizo antes todos los  esfuerzos que marcan las maniobras con las velas para evitar esta catástrofe, pero todo fue en vano:  que visto esto y que era la noche y que no podía  venir en auxilio ninguna lancha, ni podían dar los tripulantes  por si solos, aguantaron, al amparo de Dios, hasta que bajara la marea,  temerosos  de sus vidas, por lo que protesta contra el mar, viento y sus accidentes, pidiéndome le provea”.

 

Aunque la nave no pudo salvarse, la tripulación no sufrió ningún daño.

 

A.P.T.

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