martes, 13 de febrero de 2024

VÍCTIMAS MORTALES TRAS EN NAUFRAGIO DEL BUQUE "MAGDALENA VICENTA" EN LA BARRA DE PORTUGALETE EN 1883.

Remolcador de paletas en el Muelle Viejo de Portugalete en los años 80 del siglo XIX.

Dentro de esta pequeña serie dedicada a los naufragios que se produjeron el año 1883 en la Barra de Portugalete, he dejado para el final posiblemente el más traumático de todos ellos, la pérdida del vapor “Magdalena Vicenta”, un accidente, que ha pesar de los esfuerzos de los marinos de la zona por rescatar a sus ocupantes, se saldó con el fallecimiento de varias personas.

El estudio pormenorizado de todos estos sucesos nos retrotrae a considerar la enorme importancia que tiene la construcción del Muelle de Hierro de Portugalete, no solamente como elemento que propició la libre navegación de barcos, si no como construcción que permitió y permite que esta navegación sea más segura para los marinos de nuestros días.

Las inclemencias no han cesado, lo que ha disminuido de forma sobresaliente han sido las pérdidas de barcos y vidas humanas gracias a esta imponente construcción fruto del ingenio de Evaristo de Churruca.

Pero continuando con el naufragio del “Magdalena Vicenta”, paso a reproducir la misiva que remitió la Junta Directiva de la Sociedad de Salvamento de Náufragos de Portugalete a la sede nacional dando cuenta de las vicisitudes que acontecieron durante la pérdida de este barco.  

“Excmo. Sr.: Horrorosos son en verdad los detalles del naufragio ocurrido ayer mañana en esta barra, y del cual voy a comunicar a V. E. los principales.

Hallábanse en el abra, esperando la entrada, diez o doce vapores con viento fuerte del N.O. y mar agitada del mismo. A cosa de las once y media largó el piloto mayor la señal de entrada para un barco de vela pequeño que forzado venía a la barra, y cuya señal trataron de aprovechar dos vaporcitos españoles, dirigiéndose también hacia adentro en compañía del patache referido. Mas uno de ellos, el “Magdalena Vicenta”, hubo de cruzar para tomar la barra desde el N.E., á cuya parte del canal se hallaba hacia el S.O.; pero al estar próximo al vapor inglés “Thames”, principió éste a hacer ciaboga con foque y máquina, y según aparece de las declaraciones de los tripulantes salvados del Magdalena Vicenta, les dio el inglés con su proa un fuerte choque en el costado de estribor, abriéndoles el ancho boquete que produjo la sumersión instantánea del vapor, en el mismo canal de la barra y en medio de las fuertes mares que reventaban, haciendo así que este naufragio, por lo rápido é imprevisto que fue, sea uno de los más dolorosos que aquí se cuentan en estos veinte años.—Apenas notamos los extraños movimientos que precedieron a la desaparición del vapor náufrago, salieron por orden nuestra, y de común acuerdo con el señor Ayudante de marina, tres lanchas tripuladas y remolcadores Sansón y San Nicolás, que afortunadamente se hallaban listos.—Todos hicieron cuanto les fue posible por salvar a los náufragos que, excepto dos de ellos, a quienes se veía abrazados a uno de los palos, flotaban ya en el mar nadando o agarrados a pequeños trozos de madera de los que fueron desprendidos por la mar.

A las lanchas les era materialmente imposible llegar a donde los náufragos estaban, porque los fuertes golpes de mar lo impedían completamente así es que quienes únicamente podían intentarlo, eran los remolcadores, como al efecto lo hicieron, especialmente el “Sansón”, quien llegando a tocar con su proa el palo del vapor sumergido, arrojó un cabo a los dos marineros que en él se hallaban. Empero éstos, que no sabían nadar, no se atrevieron a lanzarse al mar aun después de bien amarrados, y hubieran perecido allí sin duda ninguna, si el capitán del remolcador, decidido ya a salvarlos a todo riesgo, no se hubiese aguantado, como lo hizo, por más de tres cuartos de hora maniobrando poco a poco con su máquina, y recibiendo por la proa fuertes golpes de mar, que causaron al Sansón algunas pequeñas averías. Una de esas mares, gruesas y elevadas como las que revientan en esta barra en los grandes temporales, derribó el palo que sostenía a los dos náufragos, y entonces la gente del Sansón, halando con rapidez del cabo a que estaban amarrados, los recogió a su bordo depositándolos en este muelle de donde, por orden mía, fueron conducidos inmediatamente al Santo Hospital situado en esta playa. Allí se hallaba ya nuestro médico titular en compañía de otros dos o tres colegas y tres sacerdotes que, caritativos como siempre, vinieron al muelle desde los primeros momentos de la catástrofe.

 Flota de remolcadores de paletas amarrados frente a Portugalete en los años 80 del siglo XIX.

Uno de esos marineros sigue en satisfactorio estado de salud, pero el otro llegó ya en tan mal estado, que, a pesar de los auxilios de la ciencia, falleció poco tiempo después. Igual desgraciada suerte cupo a una preciosa niña de unos dos años de edad, que fue recogida cuando venía flotando impulsada por la corriente, desprendida sin duda, en el lastimoso trance, de los brazos de su madre, cuyo cadáver aún no ha aparecido. Otros cuatro de los tripulantes, más previsores o más afortunados que sus compañeros, arriaron así que tuvo lugar el choque, un bote que venían destrincando antes de meterse en las rompientes de la barra, y en él se aguantaron no sin gran riesgo de perecer, hasta que una lancha que al verlo salió de Santurce, los recogió y los condujo al puerto sanos y salvos. Los otros tres náufragos, entre los cuales el capitán, llegaron, aunque en lastimoso estado, a coger los pilotes de la extremidad del muelle de hierro en prolongación; pero desgraciadamente desde que este muelle fue dividido en dos trozos por el choque de un vapor, sigue su extremidad aislada y a bastante distancia del resto del muelle; y como la escollera de piedra que le orillea y la mar que con fuerza reventaba sobre ella, no permitía ayer atracar a ninguna embarcación, aquellos tres infelices hubieron de quedar largo tiempo a merced de sus fuerzas. El capitán y uno de los fogoneros que a él se hallaban asidos, sucumbieron muy pronto, pues sin duda faltos de sentido por los golpes recibidos, no tuvieron ánimo ni aun para recoger un cabo que lanzado desde el remolcador San Nicolás, cayó en sus mismos pies; así es que al poco rato tuvimos el dolor de verlos flotar cadáveres, arrastrados de los pilotes por una gruesa oleada. El otro fogonero, padre del anterior, pudo escalar el pilote y contestar afirmativamente a las voces que le dirigimos sobre si podría resistir allí algún tiempo; así es que en la primera oportunidad, o sea aprovechando la primera aletia, pudo llegar a él una lancha que de antemano teníamos bien tripulada y trajo salvo al infeliz náufrago, quien recibió y sigue recibiendo, igual que los cinco restantes, todos los auxilios que han necesitado y necesitan.—El vapor inglés “Thames” arrió un bote, se cree que con dos marineros, a fin de socorrer a los tripulantes del Magdalena Vicenta-, pero la mar gruesa, como he dicho, lo volcó en seguida. Uno de estos marineros, a quien vimos refugiarse sobre los restos del Lama Gillies, fue en seguida arrebatado por un fuerte golpe de mar, y le vimos perecer sin que nos fuese posible hacer nada en su ayuda. El otro a quien con fundamento creemos ahogado, no ha aparecido.

Tal es, Excmo. Sr, el relato verídico de la dolorosa escena que ayer presenciamos, y que aún nos tiene hondamente emocionados.

Voy a concluir, por tanto, mas no sin antes hacer presente a V. E. que creo dignos de las alabanzas de la Sociedad de Salvamento todos cuantos contribuyeron a la salvación de los seis individuos que hemos podido librar en la horrorosa catástrofe.

Pero cumpliendo un deber de conciencia, y comprendiendo que siempre y especialmente mientras no dispongamos de todos los medios de salvamento conocidos como se necesitarían en un puerto que cual en este se repiten los naufragios en circunstancias completamente diversas y variadas, es muy necesaria la emulación y la recompensa a los que con rapidez y con intrépido corazón acuden en unos y otros casos, con energía y con fe, á coadyuvar al salvamento de los náufragos; en la presente ocasión debo recomendar y recomiendo a V , E. la conducta arrojada y la destreza en sus maniobras del capitán Sr. Furarla y tripulantes del remolcador “Sansón”, así como la buena voluntad y los servicios del. Sr, Urizar, capitán del San Nicolás, y de los tripulantes de la lancha patroneada por José Urcullo, si bien a estos últimos ofrecí gratificarlos en dinero, como va a hacerse hoy. Por último, tengo una gran satisfacción en poder decir a V. E. que también es digno de ser recomendado el desinteresado y eficaz comportamiento de los individuos de esta Junta que, cual en otras ocasiones, han secundado perfectamente con actividad e inteligencia las disposiciones que se tomaron que, cual me correspondía en la ocasión presente, dirigía yo, de acuerdo siempre con el señor Ayudante de marina, que estuvo tan solícito y tan a la altura del caso como el accidente lo requería.

Es cuanto tengo el honor y el sentimiento de comunicar á V. E.

Dios guarde á V. E. muchos años.

Portugalete 20 de Abril de 1883,

Excmo. Sr. Por ausencia del Presidente, el primer Vocal en sus funciones, Julián de Salazar.

Excmo. Sr. Presidente de la Sociedad Española de Salvamento de náufragos”.

La Comisión ejecutiva otorgó la Medalla de plata al capitán del remolcador “SANSÓN”, y la de bronce al del “SAN NICOLÁS”, y enviar las gracias más expresivas a los marineros que tomaron parte en el salvamento.


Costa de Portugalete en los años 80 del siglo XIX.

 

La vecina Junta de Salvamento de la localidad de Santurce también remite un informe a la presidencia de esta institución en la capital del reino, indicando la participación de los marinos de este puerto en las labores de socorro de esta nave siniestrada.

El documento venía a indicar:

“Excmo. Sr.: Viniendo el vapor mercante español “Magdalena Vicenta” a las 11 y 15 de esta mañana, en dirección de la barra, se ha observado que se iba sumergiendo rápidamente a consecuencia de haber chocado, según se cree, con un vapor inglés.

Las muchas personas que observaban esto, han visto que, al abocar la barra el vapor español, ha abandonado su costado un bote con cuatro hombres, los cuales hubieran perecido si el práctico y patrón de este puerto, D. Manuel Goyarzu, no hubiera salido a todo remo, con su lancha tripulada con valientes marinos, a prestarles ayuda en tan crítica situación, a pesar de la mar gruesa y el fuerte viento, consiguiendo traer a este puerto a los cuatro, abandonando el bote.

El señor Presidente, en nombre de la Junta local, ha prestado a los cuatro náufragos los auxilios que su situación requería, suministrándoles caldos que han aceptado, y ofreciéndoles ropas y abrigos que, después de agradecerlo, no han necesitado.

Hay que lamentar la pérdida de cinco personas, según noticias, del Magdalena Vicenta, que se ha ido a pique en la terminación del entramado de hierro de la prolongación del muelle, y de otros dos o tres del vapor inglés, que han sido llevados por el mar, víctimas de su noble arrojo, al tratar de socorrer en su lancha a los náufragos del vapor español.

Entre los ahogados aparecen el capitán, que ha sido recogido cadáver en este término municipal por la autoridad competente, una señora y una niña de tierna edad.

El remolcador “Sansón” y las lanchas que han salido de Portugalete entre rompientes han prestado con su heroico comportamiento rápido auxilio a los infelices náufragos.

Todo lo cual me apresuro a poner en el superior conocimiento de V. E. para su inteligencia y demás efectos.

Dios guarde á V. E. muchos años.

Santurce 19 de Abril de 1883.

Excmo. Sr.

G. de la Quintana y Murrieta.

Excelentísimo Sr. Presidente de la Sociedad Española de Salvamento de náufragos”.

En las actas de esta sociedad se indica en relación con este tema:

“Se otorgó la Medalla de bronce al práctico D. Manuel Goyarzu, y a éste y marineros del bote, premios en metálico, que deberán ser iguales a los que la Junta de Portugalete entregue a los del remolcador “Sansón”. Estos premios serán abonados por la Junta de Santurce; y si ésta no tuviera fondos bastantes, la Junta Central les facilitará los necesarios”.

A.P.T.


 

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