jueves, 26 de noviembre de 2015

A LA MEMORIA DE LEONOR TEJADA CONDE PELAYO, ESCRITORA PORTUGALUJA.



El pasado día 14 fallecía en la ciudad de México rodeada de sus seres queridos la escritora Portugaluja Leonor Tejada Conde Pelayo, con total seguridad uno de los últimos referentes de una generación que vivió guerras, represión y exilio.

En el momento de su fallecimiento contaba 98 años dejando tras de sí un amplio bagaje de experiencias transmitidas en un número importante de trabajos escritos que perduraran para siempre.
Educada en una familia de libre pensadores y de ideas muy avanzadas a las que profesaba la mayor parte de su generación. Leonor tuvo siempre muy claro donde estaba su lugar dentro de la sociedad que le toco vivir, con las clases más desfavorecidas.

Padeció en primera persona la implicación de su familia en las revueltas obreras durante su juventud, las consecuencias de la guerra civil y el exilio.

Espectadora del surgimiento del nazismo mientras estudiaba en Berlín y de las posteriores repercusiones que tuvo para toda Europa con los años. Una persona que aprendió y transmitió las vivencias observadas intentando ilustrar a sus lectores de una realidad observada en primera persona.

De una gran cultura siempre estuvo rodeada de personas del mundo intelectual. Escritora, traductora, persona de radio y televisión, trabajó en la ONU así como para diversos medios de comunicación, siendo un referente dentro del mundo cultural del país, que como a ella, acogió a tantos exiliados tras la finalización de la guerra.



Tuve la oportunidad de tener una gran amistad con la misma, guardando en nuestro recuerdo las innumerables horas de conversación que los distintos miembros de mi familia mantuvimos con ella. Gracias a esta amistad me legó algunos de los escritos realizados por sus antecesores en las primeras décadas del siglo XX, algo que guardo y conservo con gran cariño.

Fuimos mudos testigos como las autoridades culturales de nuestra villa en uno de sus viajes, representantes del mismo partido con el que ella simpatizaba en su momento, no fueron capaces de estar a la altura de una persona de estas características, un icono de una época y una de las pocas memorias vivas que en esas fechas le quedaban a la villa de Portugalete.  Tal vez le faltó, en vez de traer libros, testimonios cargados de experiencias, portar otro tipo de objetos más propios de acompañar una buena comida que de alimentar la mente.

A pesar de ello siempre estuvo rodeada por personas que la apreciaron y que supieron estar a la altura de esta interlocutora. Departió con el escritor y poeta Mario Ángel Marrodán, con miembros de sociedades culturales de todo tipo, recogiendo los medios de comunicación su estancia en nuestra villa.    

Leonor no era una persona al uso, era una gran persona, con una humanidad y empatía que hacía de su conversación y actos cotidianos una muestra clara de lo que era la solidaridad.

Descanse en paz esta Portugaluja que a pesar de vivir buena parte de su existencia fuera de la villa que la vio nacer jamás olvido sus raíces y la localidad donde paso sus años de juventud.

Solo muere lo que se olvida y a ti, Leonor, las personas que te queremos jamás te olvidaremos.