Hace unas semanas fallecía Koldo Bengoa, uno de los últimos txistularis con
los que contó la N.Villa de Portugalete de manera oficial, hasta que esta agrupación
musical, con una historia de décadas, fuera disuelta por los mandatarios municipales en
una nueva muestra del interés que existe en este consistorio para preservar las
tradiciones y la cultura popular.
Koldo era una persona que vivió de manera intensa el mundo de la música, el
folklore y las tradiciones durante toda su vida.
Para recordar su memoria, hace unos días la prensa local realizaba un recorrido por la que fue su vida en este campo
musical, el cual paso a reproducir en esta entrada, encontrándose al final de la
misma el enlace para aquellos que deseen leer este texto en su formato
original.
Como se puede apreciar tras leer estas líneas, el autor del mismo desgrana
la historia reciente de esta formación musical así como la relación con
sociedades y músicos a los largo de su vida.
Espero que la entrada guste y hasta la próxima.
Portugalete. Antes de empezar con el recuerdo de
un buen marido, un buen aita y una buena persona, hay una frase de Bertolt
Brecht que quiero adaptar a este músico: hay txistularis que tocan el txistu un
día y son buenos. Hay otros que tocan el txistu un año y son muy buenos. Pero
hay los que tocan el txistu toda la vida, esos son los imprescindibles.
La Guerra Civil hizo que una familia afincada inicialmente en Otxandio,
tuviera que pasar varios años transitando por otros municipios de Bizkaia. En
ese devenir, el primero de sus hijos, Koldo, nacía en Santa María de Lezama.
Cesáreo Bengoa, miembro del Batallón Kirikiño, y su mujer Inés, marchaban del
municipio del Txoriherri al barrio bilbaino de San Ignacio, donde nació su
segunda hija, Begoña. Por último, la puesta en marcha de las grandes industrias
metalúrgicas en Ezkerraldea acabó con el trasiego de la familia Bengoa-Mata en
San Salvador del Valle, hoy en día Trapagaran, donde nació el tercer hijo,
Iñaki. Allí se asentó definitivamente esta familia. En La General trabajaron su
aita y los tres hijos. Su aita, Cesáreo, compaginaba la fabricación de
transformadores con su afición por la música. Las bandas de Portugalete, La
Arboleda y Somorrostro acogieron a este músico
La situación económica de la post-guerra obligó al mayor de los hijos,
Koldo, a entrar en La General a "tirar de carretilla" desde los 14
años. Coincidir con Celestino López de Bergara le sirvió para aproximarse al
txistu. A partir de entonces, Koldo esperaba ansioso el sonido del cuerno para
coger el txistu, tamboril al hombro, subirse a la bicicleta, pasar el Puente
Colgante y llegar a Algorta para ensayar con el grupo de danzas Itxas-gane.
Paralelamente, Luis Bergara, Celestino López de Bergara, Enrique Cuesta y
Koldo, con sus dianas, inundaron con el sonido del txistu todos los rincones de
la Noble Villa jarrillera.
Dos amores. El txistu era su compañero y la bici su medio de transporte.
Después de tocar en las fiestas de Zaballa, todavía le quedaban ánimos para
subirse en las dos ruedas e ir hasta Butrón, donde conoció a Mari Carmen, su
mujer. A partir de entonces, fueron sus dos amores, inseparables hasta el
último día.
El grupo Aldatz-Gora de Gallarta fue la siguiente estación de este
txistulari incansable. Allí conoció, entre otros a Inmaculada, Juanjo, Fidel,
Merodio o Varona. De Gallarta, a Urioste. También dejó su impronta en este
barrio de Ortuella, donde las familias de Hilario y Gandarias se esforzaban en
sacar adelante este grupo de danzas con los que recorrió todos los municipios
de la Margen Izquierda y Zona Minera.
Pero Portugalete era su feudo. Las fiestas de San Roque eran, sin duda, los
días más felices para este txistulari: la diana y las bajadas de San Roke y San
Roquillo no conseguían aplacar las ansias de alegrar a todos los vecinos y
vecinas. En la bajada, Koldo cumplía, junto con Bergara, Alberdi, Eguia y
Eduardo, la tarea de abrir la bajada desde el Campo San Roque y desde el
Ayuntamiento se apresuraba a regresar al lugar de inicio para acompañar con su txistu
y tamboril a otros grupos de danzas: Berriztasuna, Lora Barri, la cuadrilla
Jatunak... con cualquier grupo que no tenía txistularis, allí estaba Koldo.
Festividades. Y se apagó la Banda Municipal de Txistularis de Portugalete.
Pero Koldo peleó para que la llama no se extinguiera. Dio pasacalles en
solitario, costumbre que mantuvo todos los días 31 de julio, coincidiendo con
la celebración del día de San Ignacio; sería maravilloso que otros txistularis
no dejaran morir esta tradición. Acompañó al Olen-tzero y a cantar Santa Agueda
a los alumnos y alumnas del Colegio Público Gabriel Celaya y de la guardería
Txikitxu. Siempre estaba dispuesto a tocar el Agur Jaunak en cualquier funeral
y el aurresku en bodas y en inauguraciones.
En cualquier celebración familiar no faltaba el txistu y el tamboril de
Koldo. De todas, tal vez la más entrañable, una comida en Castro, con la
familia de otro gran txistulari, Txomin Ibargutxi y Koldo le ofreció el
tamboril a este txistulari de Ugao mientras interpretaba la canción que Txomin
había escrito para su hija Mirentxu.
En definitiva, infinitos recuerdos de una persona que vivió para el txistu
y para su familia; y que hasta el mismo día que el Señor le llamara para estar
de nuevo junto con su aita y su ama en el cielo, despidió a Mari Carmen, su
mujer, con un concierto de txistu por la mañana, melodías que guardará en el
recuerdo. Goian bego.
Iñaki Bengoa
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