La entrada de hoy está dedicada a
uno de los reportajes realizados por TVE
hace tres décadas basados en una obra del Premio Nobel Camilo José Cela, siendo filmado uno de los mismos en Portugalete.
El autor de esta entrada es
Armando Cruz, administrador del Blog http://km-130.blogspot.com.es
, una interesante bitácora que animo a visitar, el cual previa solicitud de reproducción, ha
autorizado la misma en este blog.
La entrada es un concienzudo trabajo
basado en uno de los capítulos de la
serie televisiva “Del Miño al Bidasoa” en la que el autor ha recorrido los
mismos parajes que visitaron los protagonistas de la serie, comparando la
fisonomía de los escenarios filmados tres décadas atrás con su actual fisonomía.
He recogido de manera literal
todo el texto realizado por Armando, ilustrándolo con las imágenes filmadas en
nuestra localidad.
Como es norma habitual de este
blog, además de solicitar el permiso del autor, ya se sabe que está muy feo apropiarse
de contenidos e imágenes de otros blog o de obras sin publicar sin el permiso
de sus autores, al final de estas líneas inserto el enlace a la entrada
original para todos aquellos que deseen leerla en su formato primitivo.
Indicar que el autor inserta los
enlaces a la página de RTVE para todos aquellos que quieran visionar los
capítulos de esta serie.
Agradezco enormemente tanto la
colaboración de Armando como la predisposición y facilidades del mismo en la
reproducción de este artículo, algo que merece ser destacado.
Sin más paso a reproducir este
trabajo esperando que el mismo guste.
Silencio, se rueda. Del Miño al
Bidasoa.
No se puede separar el camino de
las historias de viajeros, sean del tipo que sean. Nuestra ruta transcantábrica
no podía ser menos. La mayoría de ellos han sido anónimos. De aquí para allá.
De corto o largo recorrido. Casi todos con un fin, ocioso o industrioso. Uno de
ellos, puede que sea insospechado para muchos. Se trata de Camilo Jose
Cela y Trulock (Iria Flavia 1916, Madrid
2002). El autor de obras como "La familia de Pascual Duarte" y
"La colmena", cultivó también el género de viajes. No eran sus viajes
a lugares remotos ni exóticos, se trataba de viajes a pie por la España rural
de la postguerra. Así pues nos encontramos con obras como "Viaje a la
Alcarria" o la que nos ocupa: "Del Miño al Bidasoa".
Al final de su vida, Don Camilo,
se prodigó en apariciones públicas. Recuerdo especialmente su aparición en la
película "La Colmena" donde encarnaba a Matías Martín, inventor de
palabras. O aquella famosisima entrevista con Mercedes Mila, en la que confesó
su habilidad aspiratriz. O aquellas tertulias de sobremesa. O los anuncios de
una guia turística en la que varios lugareños le ofrecían platos típicos (por
lo menos, caldereta, pulpo y gachas), a lo que él respondía con un rotundo
"hace" o "venga".
"Del Miño al Bidasoa. Notas
de un vagabundaje". Narra el viaje a
pie que hace un vagabundo, desde el Miño, en la raya con Portugal, hasta
el Bidasoa, en la raya con Francia, a través de Galicia y las comarcas
cantábricas. Y ahí acaba su argumento, que el lector no espere más sobresaltos
narrativos. El vagabundo, es una manera de llamarse al propio Don Camilo, quien
realizó en realidad el viaje. En parte se acompaña de Dupont, otro vagabundo
con pretensiones profesionales en el campo de la fabricación de molinillos de
papel. Ambos van caminando sin prisa, contemplando el paisaje, sin más
necesidades más allá de encontrar algo de comer y un lugar donde echar un
sueño. Reivindicando la figura del vagabundo y el holgazán sin estridencias,
con humildad, sin la hidalguía que concede la holgazanería cuando se ejerce con
espíritu revolucionario y antisistema. Yo, personalmente, me uno a esta
alabanza de la indolencia, aunque sea por huir de este mundo ajetreado y
laboralista, donde sólo un esfuerzo por dinero tiene prioridad, prestigio y
admiración. Y reniego del significado peyoratívo del término. Quizás la
revolución deba venir a través de personajes como estos.
A través de su periplo, el
vagabundo y Dupont admiran no sólo los incomparables paisajes cantábricos,
también a un rosario de personajes que son como una rara piedra encontrada en
medio del barro del camino. Con la mayoría de ellos los protagonistas comparten
liturgicamente mesa (o cuneta) y viandas. La comida, esa gran necesidad, que
para nuestros viajeros es la única, y que tiene un protagonismo también único a
lo largo de la obra. El disfrute que exhiben por el alimento sólo es comparable
con la sensación de libertad que transmiten al librarse del resto de las
necesidades.
Prólogo de "Del Miño al
Bidasoa".
Don Camilo debió de realizar el
viaje a principios de los años 50 (La novela se publicó en 1951). Parece que
ensalzando los paisajes de la geografía española y esquivando controversias
políticas y morales, no tuvo problemas con la censura. Y eso que los personajes
destruían el mito del ciudadano trabajador y hogareño y estaban mas fuera que
dentro del sistema. Aunque claro ¿que se tendría que haber hecho entonces con
Don Quijote y con el Lazarillo de Tormes?.
Por todo ello y porque el autor
(o sus personajes) a buen seguro que transitaron por la transcantábrica N-634,
y por supuesto por nuestro Km 130, he traído esta obra a este blog. Intentando
hacer un recorrido por los lugares referenciados en el tramo que tenemos más
cerca, de la mano del Vagabundo y Dupont.
Pero una cosa más, el lector se
preguntará: ¿por qué se titula esta entrada "Silencio, se rueda"?. Da
la casualidad de que "El Miño al Bidasoa" fue llevada a la televisión
en forma de serie. La serie constaba de cuatro capítulos correspondientes a las
cuatro comunidades autónomas que recorrían.
"Del Miño al Bidasoa"
fue emitida por Televisión Española entre el 11 de noviembre de 1990 y el 2 de
diciembre del mismo año. La dirección corrió a cargo de José Briz. Los
principales personajes fueron encarnados por el actor Nicolás Dueñas en el
papel del vagabundo y el inefable José Antonio Labordeta, en el papel de
Dupont.
Desde que Don Camilo hizo el
viaje y escribió la novela, hasta que se rodó la serie de televisión, se han
sucedido muchos cambios que se verán reflejados. En nuestro tramo, se ha
construído una autopista y además ha aumentado enórmemente el tráfico rodado,
por lo que hoy en día es muy difícil hacer este camino con la misma dosis de
tranquilidad. Sin embargo, los lugares son plenamente reconocibles, tanto desde
la novela como desde la serie de televisión. La serie intentó ser lo más fiel
con la novela y con la realidad. Como se hizo en vida del autor, suponemos que
tuvo su aprobación.
A continuación vamos a hacer un
repaso del tramo Castro-Urdiales-Bilbao. Un fragmento del camino de unos 40
kilómetros. A caballo entre dos capítulos. He entresacado algunos párrafos del
libro y he intentado localizar los exteriores de la serie de televisión. Aquí
está el relato no ordenado de esta parte del viaje, comparando los fotogramas
de la serie de 1990 con el aspecto actual 23 años más tarde.
Comenzamos cuando Dupont y el
vagabundo se acercan a Castro Urdiales por el camino de Allendelagua, actual
N-634.
CAPÍTULO DECIMOQUINTO
DESOLLANDO EL RABO A SANTANDER
"Después de las
imaginaciones marineras de Dupont, y de los sustos, las curiosidades y los
sobresaltos del vagabundo, los dos hombres, al cabo de la noche que pasó sobre
ellos casi como un tembloroso suspiro, volvieron a dejar la mar a babor para
meterse por el camino de Castro-Urdiales, que también puede ser el camino de
Roma, la ciudad adonde todos los caminos llevan (...)"
"De Islares a
Castro-Urdiales el camino costea la punta del Rabanal y el paraje llamado de
los Caballeros Templarios, que por aquellas tierras tuvieron un castillo. La
mar, ante la vista, aparece inmensa y dilatada. La costa más próxima, la rocosa
Inglaterra del Cornualles, queda más allá, mucho más allá del horizonte."
"Castro-Urdiales tiene buen
nombre y fama cumplida de puerto acogedor para el navegante que, cuando la
fuerza de los vientos o el estado de 'la mar no le dejan entrar ni en Santander
ni en Santoña, se mete en estas aguas de recalada y diciendo, sin equivocarse,
el viejo «A Castro, o al cielo», que nunca le deja mentir. Los vascos, hace
años, emigraban a Castro-Urdiales, al que tenían por un Eldorado y un emporio
de riquezas. Del que iba a Castro-Urdiales decían sus paisanos: Lan ihessí
Krastora han ere iakia bera estator aora, que quiere decir: «Va a Castro
escapando del trabajo, pero allí no le vendrá sola la carne a la boca.»"
"Deben de ser ya las tres de
la tarde, quizás algo más, y el calor aprieta, aunque sin ahogar; como Dios,
según el refrán. -¡Aprieta! -Sí, pero no ahoga. Por las calles de
Castro-Urdiales, a estas horas, no se ve ni un solo veraneante de manga corta,
ademán optimista y pantalón blanco. Los veraneantes suelen ser gente metódica,
bien organizada, puntual, llena de orden y buenos principios y observadora de
las sanas costumbres. No es difícil explicarse que los veraneantes sean así
como son y no varíen, de un modo apreciable, de un año para otro; el veraneo es
un deporte caro, y las gentes, puestas ya a gastarse sus ahorros, tratan de
sacarles el mayor partido posible, y, además, ¡qué contra!, hacen bien. Ir de
veraneo para no tostarse como piñones, ni bañarse como pescadillas, ni dormir
la siesta como alcaldes, es algo que no se debe hacer, y que los veraneantes
tienen buen cuidado de cumplir a rajatabla. A Dupont y al vagabundo no les va
bien la vida de los veraneantes, y por eso no la hacen, quizá porque, aunque
quisieran, tampoco tendrían posibles para hacerla. Pero Dupont y el vagabundo,
que son de temperamento liberal, tampoco se extrañan de que los veraneantes la
hagan. Después de todo, a los veraneantes tampoco les parece mal que Dupont y
el vagabundo lleven la vida que llevan, y si les parece mal, se lo callan, que
ya es bastante y no hay por qué pedir más."
"Al pasar Mioño, aún en
tierras santanderinas, se suben las empinadas cuestas de Saltacaballos, con la
mar allá abajo, rompiéndose, no muy dura, contra la costa. De Mioño sale un
ramal de la carretera que, cruzando la vía del tren, va a Los Corrales, frente
al campo de Ventosa. Por Ontón, el camino deriva un poco hacia el sur, o mejor
hacia el sudeste, y al terminar las cuestas, termina la provincia. De Ontón
también sale una desviación que va hasta Otañes, al lado de Los Corrales."
Aquí, nuestros personajes dicen
adiós a Cantabria y afrontan su entrada en Vizcaya sin mucho entusiasmo. Según
ellos, en Vizcaya hay muchas fábricas y el trabajo se respira en el ambiente,
algo que no les agrada demasiado.
"Santander y Guipúzcoa, que
ya le llegará cuando le toque, se parecen, hasta cierto punto y más o menos, a
Galicia. Asturias es como una Galicia o una Guipúzcoa de altos y escarpados
montes, y Vizcaya, que es Bilbao y un montón de fábricas una detrás de otra, es
aparte y diferente de todas: de otro color, de otro ambiente, también de otra
intención. El vagabundo, al pisar Vizcaya, piensa que aquello no le va a
gustar. En Vizcaya hay demasiada riqueza a la vista, demasiada industria y
mucho más orden del necesario para que el vagabundo pueda sentirse bien y a
gusto. Probablemente, todo esto es mejor y más conveniente para Vizcaya, pero
el vagabundo, por lo menos, sabe que él no es buen barómetro para medir estas
cosas y así lo confiesa. Dupont, quién sabe si por espíritu de hermandad, va
pensando en algo muy parecido, aunque tampoco lo dice.
-¿En qué iba pensando usted?
Dupont fingió un gesto evadido.
-¡Psché! En vaguedades, ¿y usted?
El vagabundo agradeció mucho el
gesto evadido que había puesto Dupont.
-Pues yo:..Eso, vaguedades..."
A partir de este momento los
caminantes entran en Bizkaia. La serie se rodó en el barrio de San Julián, en
Muskiz, en el Valle de Trápaga, Portugalete, Zorroza y Bilbao. Con las fábricas
como constante referencia, el realizador se fijó en industrias que a buen
seguro no existían al paso de Don Camilo, pero le debieron parecer más
aparentes para ilustrar la serie.
CAPÍTULO DECIMOSEXTO
FÁBRICAS POR TODAS PARTES Y UN
VINATERO EN PLENCIA.
"El vagabundo piensa que la
industria es algo que tiene escasa defensa, algo que hay que tolerar porque es
necesario y útil para los demás, pero no por ninguna otra razón. El vagabundo,
entre vivir sin industria, más tranquilo pero menos cómodo, o con ella, menos
incómodo y más desasosegado, piensa que es mejor lo primero. Si no, no sería
vagabundo: sería, en vez, perito agrícola, o registrador de la propiedad, o
ferretero.
El vagabundo piensa también que las dos posturas tienen,
evidentemente, sus defensores y sus enemigos, y que a ninguno de los dos puntos
de vista les falta, como siempre pasa, su parte de razón. La verdad es que los
hombres no han conseguido todavía una sola idea que no tenga ninguna razón; a
la humanidad le falta aún mucho camino por andar. El vagabundo, que es, sin
haber tenido en ello arte ni parte, un viejo occidental, antepone, ¡y qué le va
a hacer!, la calma a la mecánica, aunque, sabe bien que sus ideas, si es que
esto son ideas, están llamadas a ser no más cosa que históricas y enmohecidas
piezas de museo; el mundo, cada día que pasa más cercano a su aburrido fmal,
tiende hacia las máquinas y las estadísticas, aun a trueque de olvidar los
bellos nombres de las estrellas, la delicada color de las florecillas
silvestres y el sabor del aire cuando Dios amanece· sobre el campo abierto.
¡Qué le vamos a hacer!"
A partir de aquí, los caminantes
prosiguen dirección Bilbao por la N-634. Pasan por Nocedal
("Noceda"), donde se encuentran a unos poco amigables niños.
"En Noceda un grupo de niños
no consigue divertirse mientras juega con unos palitos al borde de la
carretera. Cuando el vagabundo pasa, sonríe, casi como un patriarca pobre, y
les dice adiós.
Los niños, cuando el vagabundo
los saluda, porten un gesto de sorpresa, le miran como si fuera un ser caído de
otros mundos, y no le contestan. Son unos niños extraños estos niños de Noceda;
unos niños serios y conservadores, unos niños de aire pensativo, llenos de
responsabilidad y, probablemente, de proyectos para el futuro. El vagabundo
hubiera preferido sentarse a jugar con los niños de Noceda, explicarles que
también con unos palitos uno se puede divertir la mar, y contarles, poniendo el
ademán de hinchado y la voz misteriosa, bonitas y fabulosas historias que son
mentira de los pies a la cabeza, pero que reconfortan las almas y dan una insospechada
vida a los sentidos. Pero el vagabundo tuvo que renunciar a hacerlo porque los
niños de Noceda en seguida se echaban de ver que no eran partidarios de los
hombres que iban de camino sin cédula personal y con la barba crecida. ¡En
fin!"
"Por San Salvador del Valle,
el vagabundo se cruza con una vacas blanquimarronas y circunspectas, de muy
buen ver, y con unas señoras que vienen, cargadas de paquetes que guardan en
redes de nylón, y que van montadas en unas bicicletas relucientes con farol,
bombín, carterita para la herramienta y cambio automático en el piñón."
En la serie de televisión el
episodio de los niños de Nocedal fue recreado en el Valle de Trápaga y los
niños, de jugar con unos palos, pasaron a jugar con una caja de cartón.
"En aguas de Portuga1ete, y
casi al alcance de la mano, están los destructores «Jorge Juan» y «Sánchez
Barcáiztegui», recortando sus bélicas y plomizas siluetas sobre el caserío
abigarrado y bullidor de la otra banda, sobre los chalets y las tiendas y las
casas de Las Arenas. El vagabundo, entre tranvías que van y vienen, autobuses
que vienen y van, y gentes que no se quedan y que se afanan, como hormigas, de
un lado para otro, añora sus horas de campo abierto y monte coronado y sus
paisajes de mínimas flores solitarias, triste ganado lleno de resignación, y el
sol, como el amo de todo, columpiándose indolente, coqueto y gallo, entre dos
nubes livianas. Todos estos pueblos, igual que los pueblos de enfrente, están
de hecho unidos a Bilbao; les pasa lo que a Tetuán de las Victorias o a los
Carabancheles con relación a Madrid, antes de que Madrid se los tragase, y el
tránsito de unos a otros no se nota ni poco ni mucho. Cuando estos pueblos sean
incorporados a la capital, cosa que alguna vez sucederá Bilbao habrá de
convertirse, por el número de sus habitantes, quizás en la tercera ciudad de
España. Siguiendo las aguas de la bajamar, el vagabundo se llega dándose un
paseo hasta Santurce, el pueblo de las sardinas de la copla y de la pescadora a
la que apretaba el corsé, allá donde la mar comienza y las aguas se aclaran y
se desengrasan. Frente a Santurce está anclado el crucero «Galicia», con su
esbelto y noble dibujo, lleno de fuerza y de señorío, balanceándose sobre los
botes que lo rodean.
Si el vagabundo hubiera podido se
hubiese acercado hasta el crucero para saludar a su comandante; hubiera
entrado, por su banda de babor, confundido con la tropa que volvía de
pasear, y hubiera salido quizá por la de
estribor, hecho un duque, en la gasolinera del capitán, reluciente como una
clara amanecida y airosa y blanca igual que una gaviota. Pero el vagabundo se
vuelve por donde ha venido y pronto olvida sus vanos y fantasiosos sueños de
grandeza. A cambio de llevarle unas maletas que abultaban más que pesaban, unas
maletas que parecían cargadas de aire, un viajante catalán compasivo y
parlanchín invitó al vagabundo a cruzar hasta Las Arenas por el,transbordador.
Colgado sobre las aguas de la ría, el vagabundo, que no está hecho para los
inventos mecánicos, piensa que lo mejor
de Vizcaya viene a resultar, para los demás, precisamente aquello que menos le
divierte y le llama la atención. En Las Arenas, el vagabundo se nutre de un
bacalao con patatas muy sustancioso, y se refresca el gaznate con un vinillo
agrio que no pasa mal para ío poco que cuesta, y en Algorta, que está un poco
más arriba y ya en la mar, se fuma un farias que cae, como llovido del cielo,
del contento de una boda por la que acertó a pasar."
"En Baracaldo, cubierto de
humo, el cielo es plomizo y el calor asfixiante. Las altas chimeneas de las
fábricas vomitan una humareda negra y densa que levanta poco, que pronto cae
pesadamente sobre el suelo, y el vagabundo, que se sien- te ahogar, prefiere
apretar el paso y cruzar de largo y sin hacer alto.
Retuerto y Basurto tienen todo el
aire revuelto y afanoso de los barrios extremos de las grandes urbes. Las
gentes se agolpan en las calles, los tranvías van abarrotados, los automóviles
tocan la bocina despiadadamente, y los niños, ¡pobres niños!, andan haciendo
recados y llevando bultos de aquí para allá."
Para ilustrar el paso por la
industria, en la serie de televisión se ubicaron en el barrio bilbaino de
Zorroza.
Las fábricas que se encuentran allí, no corresponden a la industria
siderúrgica que a buen seguro se encontró Don Camilo. No importa, son un buen
reflejo de las zonas industriales de los márgenes de la Ría de Bilbao.
Además
en 1990, aun se conservaba el aspecto gris tan característico de estos lugares
que posteriormente ha desaparecido en muchos lugares.
A partir de aquí se internan en
Bilbao, en el que tienen un encuentro con una señora que les orienta o les
desorienta, según se mire.
"Bilbao es, sin duda alguna,
una gran ciudad, y el vagabundo, que la conoce poco, pronto se desorienta y se
pierde. En la Gran Vía, el vagabundo, con el sombrero en la mano, pregunta,
apoyándose en sus mejores modales, a una señora que pasa con el libro de misa
en la mano y el velito sobre la cabeza.
-Oiga, señora, ¿dónde está el
puerto?
La señora se detiene y ensaya un
gesto extrañísimo.
-¿El puerto? No, señor, aquí no
hay puerto.
-Perdone.
Cuando el vagabundo se va, la
señora lo llama.
- Aquí lo que hay es ría. ¡Como
no pregunte usted por la ría...!
El vagabundo tiembla un poco.
-Pues, sí, la ría. ¿Hacia dónde
cae la ría?
La señora abrió sus apagados y
piadosos ojos.
-¿Cae?
-Sí, ¿hacia dónde está?
-Está por ahí abajo; vaya usted
todo seguido.
-Muchas gracias.
Al vagabundo, bien claro estaba,
no le entendían en Bilbao. El vagabundo piensa que la culpa sea de los demás.
El vagabundo, ¡bien lo sabe!, no es hombre para andar paseándose por ciudades
como Bilbao."
Y aquí acabamos. Después el Vagabundo y Dupont cruzan la ría y
se van a Plentzia, donde se enuentran con Fermín Cuartango, el vinatero. Pero
esa es otra historia que animo a seguir, bien en versión literaria o
cinematográfica.
4 comentarios:
Lo dicho, gracias por la entrada y por hacerte eco del blog. Un saludo, Armando
Muy buena entrada y muy buen trabajo. Un referente y espero que por muchos años.
Me ha gustado mucho. don Camilo muy bueno,todavia me acuerdo cuando estuvo en el programa de Javier Gurrutzaga viaje con nosotros.
Una entrada trabajada en la calle y en el ordenador. Muy buena y original.
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