El próximo año la Sociedad Elai-Alai va a celebrar el 50 de su existencia. 50 años llenos de ideas, vicisitudes, mucho trabajo y en tiempos difíciles de arriesgar mucho.
Por suerte para mí, viví desde muy pequeño el crecimiento de esta sociedad. Con cuatro años fui uno de los alumnos que albergó su ikastola, formando durante varios años la punta de lanza de este centro educativo al ser una de las cinco personas que componíamos el curso de los mayores hasta que nos unimos con otras ikastolas de la margen izquierda, primero en Umeen Etxea en la parte alta del cine Amezaga de Sestao, pasando posteriormente al Patronato, también conocido como el Colegio Diocesano Mixto Berriotxoa.
De esta última fase no guardo un buen recuerdo. Pasamos de ser una pequeña familia donde en la misma clase nos juntábamos alumnos de hasta tres cursos distintos a pasar a un colegio con todos los ingredientes de otro tipo de educación, clases masificadas con más de 40 alumnos por aula, formaciones en el patio para entrar por clases en silencio, hasta algunos castigos que no los había observado nunca hasta esas fechas. Las andereños eran como madres para todos nosotros.
Naturalmente los mejores recuerdos son de época que pasé en la ikastola en la calle Santa María, los recreos en el campo de la iglesia cuando no llovía y si llovía en los bajos del edificio entre los utensilios de baile de los mayores , las andereños, especialmente Maite Bolunburu de la que conservo fotos en excursiones a diferentes lugares, de los libros entre ellos el xabiertxo ejemplar que todavía conservo o los ensayos en los bajos de la sociedad para salir en fiestas bailando.
Recuerdo el fallecimiento de un Txistulari al que todos los pequeños llamábamos “Pepín Gordo” (Pepín Garrigos) para diferenciarle de otro al que apodamos “Pepín Flaco”. Creo recordar que sufrió algún accidente mientras realizaba el servicio militar en 1971 conservando el recordatorio hasta la fecha.
Me acuerdo cuando salíamos a cantar Santa Águeda con una sabana enorme para recoger dinero para la sociedad, la venta de las pegatinas en fiestas, por cierto, están eran de un plástico con una goma muy fuerte y como la pegaras en una prenda que tuvieras aprecio adiós al aprecio a la prenda.
Mi grupo fue el primero en hacer la comunión en euskera después de la guerra, oficiándose la ceremonia en el colegio del Carmen por el Aita Pio. Los recordatorios se realizaron en Euskera Vizcaíno, el batua con la unificación llego más tarde.
Como buenos vascos también sufrimos una escisión partiéndose la ikastola en dos grupos, formando otra nueva con diferente filosofía en los actuales locales que ocupa AEK en nuestra localidad.
Por la ikastola pasaron muchos portugalujos, algunos con el tiempo concejales del ayuntamiento, otros empresarios, cineastas, etc.
Junto a estas líneas inserto algunos de los recuerdos que conservo de esta época, imágenes de todo lo que describo en estas líneas.
Espero que la entrada guste y hasta la próxima.
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