Para terminar la semana acerco un artículo de Alberto López Echevarrieta publicado en el periódico Bilbao de este mes de Octubre. En este artículo dedicado a la película “María, Matrícula de Bilbao” film en el que aparece Portugalete en algunas de sus escenas, Echevarrieta desgrana los entresijos del rodaje, actores y guión utilizado para la película.
Como es natural y norma de este blog, al final del artículo aparece el enlace para los que quieran leerlo en su formato original puedan acerlo.
Espero que el mismo guste y hasta la próxima.MARÍA, MATRICULA DE BILBAO
La adaptación al cine realizada hace medio siglo de un texto que sirvió de lectura-base a la asignatura Formación del Espíritu Nacional paseó el nombre de Bilbao por el mundo. Luiso –tal era el nombre del libro–, se convirtió en imágenes con el título de María, matrícula de Bilbao, película rodada en la Villa del Nervión y alrededores con gran profusión de medios técnicos y artísticos por el húngaro, nacionalizado español, Ladislado Vajda. No fue, sin embargo, uno de sus mejores logros.
El libro.
Todos los lectores que cursaron el bachillerato de las reválidas recordarán aquellas clases de Formación del Espíritu Nacional –la llamábamos simplemente Política–, que solía dar un profesor de fino bigote. Uno de los textos que servía de lectura, y del que luego se sacaban algunas preguntas para el examen, se titulaba Luiso y sustituía a los famosos manuales de adoctrinamiento puro y duro de los años anteriores. Original de José María Sánchez Silva y Luis de Diego, consiguió el Premio Virgen del Carmen y fue publicado por la Delegación Nacional de Juventudes en la Editorial Doncel.
Los autores –Sánchez Silva conseguiría fama internacional con Marcelino, pan y vino– reflejaron en aquellas páginas la historia de los Urteche, unos navieros bilbainos que continuaban la tradición familiar del mar. El viejo barco “María”, que antes cruzara los mares bajo el mando del Urteche abuelo, se había modernizado y navegaba ahora bajo el mando de su capitán. El abuelo pretendía que su nieto, Luiso, de 13 años de edad, continuara la tradición, pero su padre aducía que nunca le iba a imponer a su hijo una profesión por la que no sintiera atracción.
Posiblemente, de forma intencionada, el barco llevaba el nombre con el que Eduardo de la Sota había rebautizado al vapor “Robin”, fletado en el Reino Unido en 1890, al comprarlo diez años más tarde. Cuando se rodó la película, el auténtico “María” aún estaba en circulación.
La gestión del film.
En 1960 la productora Chamartín vio en este argumento material para hacer una película de aventuras “con niño” capaz de hacer una buena taquilla. Imagino que la promoción escolar del texto también influyó en su ánimo. Lo cierto es que encargó a sus autores la confección de un guión que se encargaría de trasladar a imágenes Ladislao Vajda, realizador húngaro
afincado en España que, con anterioridad, había dado dos de los mayores éxitos internacionales, Marcelino, pan y vino ( 1955) y Tarde de toros ( 1956).
Vajda (Budapest, 1906-Barcelona, 1965) vino ya “currado” de Hungría. Su padre, Ladislaus Va jda, además de realizador, había sido guionista de G. W. Pabst a finales de la década de los años 20 y principios de los 30, creando personajes inolvidables para la sin par Brigitte Helm (La Atlántida y Crisis son buenos ejemplos) y dejando para la historia una obra maestra, La comedia de la vida, adaptación del texto de Berthold Brecht de la que todos recordarán la tonada de Kurt Weill Mackie, el navajas y el trabajo de Lotte Lenya.
Lászlo Vajda, el hijo, se crió en el cine y nada tiene de extraño que siguiera el camino trazado por su progenitor. En cuanto empezó la II Guerra Mundial huyó de su país y se afincó en París donde dirigió Conjura en Florencia (1941) con la actriz donostiarra Conchita Montenegro, que, por cierto, tenía un abuelo getxotarra. La película no le hizo ninguna gracia a Mussolini por lo que la prohibió. Rebotado de esta forma, Vajda cayó en España, donde hizo sus mejores trabajos al aplicar una estética derivada del expresionismo alemán.
Aunque la película de bandoleros Carne de horca pasa por ser su mejor trabajo, permítanme que me quede con El cebo, un inquietante “thriller” realizado en coproducción con Suiza, en torno a un asesino de niñas que opera en un bosque.
Gert Fröbe estuvo en estado de gracia interpretativa junto a nuestra siempre añorada María Rosa Salgado. Con el mismo argumento se han hecho tres versiones la más reciente El juramento ( Sean Penn, 2001) protagonizada por Jack Nicholson.
Vajda murió en Barcelona durante el rodaje de La dama de Beiru t (1965) dirigiendo a Sara Montiel. Nunca me he creído lo que aseguraron malas lenguas: Que esa fue la causa.
Un barco llamado “María”.
María, matrícula de Bilbao, título que se dio a la adaptación de L u i s o, se concibió como gran superproducción: CinemaScopE, Eastmancolor, abundantes rodajes en exteriores y un reparto de primeras figuras con la inclusión de dos intérpretes de excepción: El veterano francés Charles Vanel tenía 68 años cuando rodó el film llegaba avalado por la fama internacional que le dio El salario del miedo ( Henri- Georges Clouzot, 1953) y la radiante Nadia Gray que debutaba en el cine hispano tras protagonizar una de las más atrevidas escenas de La dolce vita (Federico Fellini, 1959).
Una buena parte de los exteriores se captaron en nuestra Villa, la Ría y el Abra. Vajda –que haciendo Ronda española ya se había familiarizado con los barcos–, instaló un buque mercante en la orilla opuesta a la Universidad de Deusto y dispuso a los intérpretes: Alberto Closas, Arturo Fernández, Carlos Casaravilla, María Rosa Salgado, Pepe Rubio, Antonio Ferrandis y Gila junto al debutante Javier Asín, como Luiso; en realidad, el protagonista de la obra.
Puede imaginarse el lector el revuelo que se armó en el Bilbao de 1960 en torno al rodaje de esta película. Fue precisa la presencia de la fuerza pública para mantener distancias ante tanto curioso como estábamos allí.
Quien se llevaba la palma de la atención era Closas, entonces en la plenitud de su fama. Ferrandis aún no había tenido ningún “verano azul” y Asín era un perfecto desconocido.
Navieros, chabolas y Sorozábal.
Las cámaras enfocaban al barco, dando la espalda a la Campa de los Ingleses donde se ofrecía un espectáculo mucho más triste, el Bilbao de las chabolas que en aquel punto llegó a constituir todo un barrio dentro de la ciudad.
Un universo tercermundista donde no había famosos ni copetines. Sólo miseria.La casa de los navieros de ficción era un palacete negurítico situado lejos de aquellas cochambrosas construcciones de madera y hoja de lata levantadas con nocturnidad en el hoy flamante Abandoibarra, mientras que los interiores se construyeron en los estudios Chamartín y Sevilla Films, de Madrid. Es decir, todo un mundo de contrastes que el tiempo ha borrado convirtiendo aquel escenario en una de las zonas más lustrosas de Bilbao.
Capítulo de especial atención constituye la banda sonora musical de María,matrícula de Bilbao, obra de Pablo Sorozábal, padre e hijo. Sorozábal padre no se prodigó mucho en el cine. Registramos su paso por Jai Alai (Ricardo Rodríguez Quintana, 1940) y, sobre todo, por Marcelino, pan y vino (L. Vajda, 1954) donde hizo una gran creación.
En esta ocasión, la “apoteosis” llega al final, cuando el “María” emprende una nueva andadura llevando a Luiso en su tripulación.
El barco pasa bajo el Puente Colgante mientras se escucha un solemne Boga boga orquestal y la palabra “Fin” nos invita a levantarnos del asiento.
Expectativas fallidas.
María, matrícula de Bilbao se estrenó en el cine Coliséum de Madrid el 17 de noviembre de 1960. “Aquí Vajda ha hecho un Capitanes intrépidos para niños ricos y que se han portado muy bien toda la semana. Un film donde todo el mundo es bueno, todo el mundo es simpático, todo el mundo se da la mano al final.
El arrope desborda la película y la hace insoportable. Tampoco nos presenta el film ningún valor formal estimable. Está contado con una asombrosa falta de estilo, sin imaginación, sin sorpresas” ”, decía la revista Film Ideal. Para el historiador Carlos Fernández Cuenca, sin embargo, es “una de las mejores películas de Vajda. Humanismo de penetrantes escrutaciones psicológicas,
una ambientación perfecta y exacta expresividad cinematográfica”.
La película ha quedado hoy como pieza de recuerdo. Ese cine amable que, al no tener efectos ruidosos y transcurrir toda la acción en un plano simple, se ve a la hora de la siesta sin sobresaltos, poniéndonos a punto de modorra.
Una cosa es cierta, paseó el nombre de Bilbao donde se estrenó como María, matrícula de B i l b a o, porque hubo países donde se la conoció como El alevín.
Bilbao en el cine (179).
Alberto López Echevarrieta.
http://www.bilbao.net/castella/residentes/vivebilbao/publicaciones/periodicobilbao/201010/pag36.pdf
1 comentario:
No sé porqué tengo un poso de recuerdo de parte de la filmación de esta película en n/ lado del Puente Colgante. No recuerdo con quien estaba. Si, las cámaras, los focos, cables,... debía tener cinco años.
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