El día de ayer falleció en Sevilla uno de los más destacados deportistas del mundo del futbol nacido en nuestra localidad. Me refiero a José María Busto Llano, guardameta portugalujo que jugó durante 16 temporadas en las filas del Sevilla F.C. siendo considerado en su tiempo como uno de los mejores porteros profesionales que militaban en la primera división nacional.
El
año 2009 ya realicé una semblanza de este deportista jarrillero,
acercando al blog una pequeña parte de sus grandes méritos dentro del
mundo del futbol profesional .Junto a estas líneas paso a
reproducir la nota realizada por el servicio de prensa del club
sevillista
recordando la memoria de este gran deportista portugalujo.
Como todas las informaciones que
se toman de otras páginas de internet, al final de estas líneas inserto el
enlace para todos aquellos que deseen leer este artículo en su formato
original.
JOSÉ MARÍA BUSTO LLANO.
Por su condición de vasco, nacido
en Portugalete el 12 de noviembre de 1924, las cartas del destino tal vez
invitaban a pensar en una carrera deportiva exitosa en el Athletic. Pero la
historia de José María Busto, como las buenas historias, tuvo un agradable
giro, un cambio de guión que hizo su trayectoria poco previsible. Tal vez por
eso resultó tan asombrosa. Desde el arco contempló la época más prodigiosa del
Sevilla FC en el siglo XX, jugando 16 temporadas, desde 1942 hasta 1958, en las
que conquistó una Liga y una Copa, convirtiéndose en uno de los mejores
guardametas de su tiempo. Nunca un portero jugó tantas campañas en Nervión ni
disputó tantos encuentros, ni más ni menos que 339, con más de 30.267 minutos
en su haber. Sus guantes, todavía hoy, pesan demasiado.
Pero su historia comienza mucho
antes, en el Baracaldo Altos Hornos, equipo al que había llegado tras dejar los
juveniles del Athletic Club. Busto se hacía un nombre en el Norte y el ojo de
halcón de Pepe Brand, asesorado por el doctor Amadeo García de Salazar,
fundador del Alavés y eminencia del fútbol nacional en general y vasco en
particular, lo trajo al lugar que le hizo grande… Brand llegó a un acuerdo con
el padre de Busto, que dio su palabra y la mantuvo hasta el final, pese a una
intentona última del Athletic Club, que lo quiso incorporar cuando el joven
arquero tomaba rumbo hacia Sevilla. La historia de José María, sin embargo,
estaba lejos de San Mames, concretamente en la otra punta de España, en la
calidez del Sur, en el hervidero de pasiones que constituía el viejo Nervión.
La sombra de Eizaguirre
Cuando llegó, Busto tenía el reto
de solapar la leyenda de Guillermo Eizaguirre, conocido popularmente como El
ángel volador, un futbolista carismático del Sevilla de la época, el contrapunto
de la mítica delantera Stuka, que sin él quedó huérfana de seguridad. El
Sevilla, en definitiva, era una máquina de hacer goles pero atrás dejaba mucho
que desear. Se requería a un buen portero… y ahí entró Busto, que sin que nadie
lo esperara sobrevoló las hazañas de Eizaguirre. De extraordinarios reflejos y
una sobriedad envidiable, el meta vasco no tardó en consolidarse en los tres
palos, haciendo olvidar a su gran predecesor.
El “prodigio de seguridad” de Les Corts
Y ahí comenzó una historia de
grandeza: muy bueno en el mano a mano, con magnífica salida y mucha
anticipación, aportó tranquilidad atrás al extraordinario equipo que dirigía
Ramón Encinas, que en la campaña 45/46 se coronó campeón de Liga. Busto;
Joaquín, Villalonga; Alconero, Antúnez, Eguiluz; López, Arza, Araujo, Herrera y
Campos. Ése era el equipo que el Sevilla puso en liza el inolvidable 31 de
marzo de 1946 en Les Corts. Valía un empate para ser campeón de Liga y ante sí
Busto tenía la responsabilidad de frenar el asedio azulgrana, que se esperaba
avasallador. Y lo hizo. Pudo con todas las embestidas, tan sólo le superó
Bravo, pero sin embargo Escolá y Gamonal no lograron rebasarle, valiendo el gol
que el Pato Araujo logró en el minuto 7… Su actuación, en suma, fue portentosa
y de hecho ABC, dos días después, en la crónica del partido, dejaba claro la
importancia del cancerbero en la consecución del título: “En el Sevilla dos
hombres brillaron de forma extraordinaria: Busto, cuyas intervenciones fueron
un prodigio de seguridad y colocación, y Arza”.
El fútbol le reservaba más días
de gloria, al mítico arquero vasco. En 1948, concretamente el 4 de julio, se
proclamó campeón de Copa, ante el Celta de Vigo, con una cómoda victoria por
4-1. Busto siguió logrando hazañas. Fue subcampeón de Liga en la 50/51, perdió
una final de Copa en 1955 e incluso debutó con la selección española b el 30 de
mayo de 1954, en Bayona, en un partido en el que España derrotó 0-2 a Francia…
En varias ocasiones fue convocado con la selección nacional absoluta, pero la
inconmensurable figura de Ramallets eclipsó sus posibilidades de ser titular.
En 1957 Busto jugó la Copa de
Europa, siendo el primer portero en jugar en competición internacional con el
Sevilla FC. El 19 de septiembre saltó al césped de Nervión ante el Benfica, en
un duelo histórico, que acabó con 3-1 a favor del conjunto hispalense. En esa
campaña, la 57/58, colgó las botas para siempre. Su último encuentro fue ante
el Real Madrid, en el Sánchez Pizjuán, el 19 de enero de 1958, un choque que acabó
con victoria por 3-2 y con la lesión de un dedo del portero de los porteros en
clave sevillista, lo que le obligó a dejar los terrenos de juego.
Una última gesta tras su adiós
Una vez colgadas las botas, Busto
se convierte en seleccionador juvenil de la selección andaluza de fútbol, que
hizo campeona de España (con jugadores como Rodri o Gallego). Después se
vincula a los Escalafones Inferiores del Sevilla y cuando llega Antonio Barrios
en 1961 se convierte en su segundo. En esa misma campaña, justamente el día de
Reyes del 62, se le realiza un partido de homenaje en el Ramón Sánchez Pizjuán,
celebrando un amistoso ante el Sporting de Lisboa. Pero sus servicios fueron
más allá, porque un año después, cuando el equipo está en una verdadera situación
crítica, al final de la 62/63, Busto vuelve a ser providencial. A tres jornadas
para que acabe el campeonato se cesa a Barrios y Busto asume el mando, en lo
que sin duda era una difícil papeleta. Sin embargo, esta vez sin guantes, el
vasco salvó los muebles y consiguió que el equipo eludiera el descenso. En la
siguiente campaña asume el mando del Sevilla Atlético, para después dejar el
fútbol y dedicarse al mundo de los negocios.
José María nunca se marchó de
Sevilla, concretamente de Triana. Allí llegó hace ya casi siete décadas,
estableciéndose en sus inicios en los altos de Casa Ruiz, en la conocida
esquina Cuesta, junto a la Peña Trianera… Y allí, a la orilla del Guadalquivir,
sigue cuando la vida le acerca a la frontera de los noventa… El 18 de noviembre
el Sevilla FC hizo justicia con él, otorgándole la distinción del Dorsal de
Leyenda.
Departamento Prensa Sevilla F.C
2 comentarios:
Estupenda tu aportación "piloto", una pena que no hayan aparecido en los distintos medios, referencias a este gran portero portugalujo (exceptuando los deportivos). Saludos
Tuve el gusto de conocerle a él y a toda su familia y en especial a su hijo José María que estuvo conmigo en el colegio Salesiano de Utrera.
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